Ya estarás preparado a dedicar un rato de oración al Señor, en el momento más oportuno del día. Quizás sea ese momento por la mañana. Por alguna razón el sol aparece al empezar el día. Jesús es el sol que me ilumina cada día.
Para llegar a intimar con el Señor en diálogo íntimo con él, no se puede llegar a ello sin una preparación. Todo lleva su tiempo de aclimatación. También sucede en la oración.
San Ignacio de Loyola con su método, nos ayuda a dar esos pasos intermedios y llegar al final de la oración en coloquio íntimo con el Padre, con Jesús, con María.
Composición de lugar. “Meterme en la escena como si presente me hallase”.
Jesús se dirige a la gente y a sus discípulos. “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos; haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dice… Todo lo que hacen es para que los vea la gente…”
Ahora nos habla a nosotros: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno sólo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermano…
“El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
¿Cuál será hoy la súplica, la gracia que deseo alcanzar?
Señor, ¡dame un corazón nuevo! Que descubra en tus palabras lo que quieres para mí. Debo cumplir la voluntad de Dios a través de la mediaciones humanas que el Señor hoy pondrá en mi camino, aunque algunas de esas personas no vivan lo que dicen.
Actuar en cada momento, apoyado en la fortaleza que recibo en la oración, de forma coherente, y no para que me vean los demás.
El verdadero maestro es el Señor. Que le escuche, que le conozca, que le siga.
Que imite a Jesús. “El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”, así termina el Evangelio de hoy.
En el coloquio final hablar con Jesús y pedirle para este día la fortaleza para hacer en todo momento la voluntad de Dios. Será muy fácil si me dejos acompañar por Él todo el día.
Pedirle a la Virgen María en este día lo que nos propone el Salmo 49:
“Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios”.