8 marzo 2011, martes de la novena semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Para dialogar con los hombres hay que dialogar antes con Dios”, nos recordaba hace años el Papa Pablo VI.

No se puede avanzar en el camino de la oración si no hay un esfuerzo real cada día de ponerse en la presencia de Dios.

¿Existe en nosotros un deseo continuo de sintonizar con los sentimientos del Corazón de Cristo? Esta es la meta de toda oración, estar en su presencia, hablar con Él como se hace con un amigo. Llegar a identificarse con sus propios sentimientos, permanecer con Él a lo largo de todo el día. Vivir en su presencia.

El evangelio de hoy nos ayuda a acercarnos a Jesús. La astucia, la cobardía y la mentira de los enemigos, que le quieren tender una trampa para cazarle, se convierte precisamente en lo contrario de lo que ellos pretenden.

Describen a Jesús con las virtudes que a ellos le faltan: la sinceridad. Y se lo repiten por dos veces. Por la tanto, es veraz y no se detiene ante lo que puedan pensar los demás.

Jesús, descubre la trampa que le ponen.

Con frecuencia nosotros hacemos planteamientos parecidos, como los enemigos del Señor. Para probar formulamos la respuesta en una disyuntiva de separación, de división: o eres de una tendencia o de otra, o blanco o negro… ¿Tenemos la conciencia formada para distinguir con claridad y el bien del mal, para juzgar objetivamente?

La respuesta del Señor es diferente. Siempre busca la unión, la suma, no la división. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Por supuesto a cada uno le corresponde lo suyo. Pero para distinguir y dar a cada uno lo que le corresponde y no cometer errores, hay que poner al Dios por encima de todo. “Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, toda tu alma, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo”.

Sólo cuando ponemos al Señor en el centro y vértice de nuestra vida nos identificaremos con la verdad. Seremos sinceros.

Que este día que comenzamos junto al Señor, nos contagie esa serenidad para decir siempre la verdad y descubrir lo positivo que hay en cada persona, para sumar, unir. La división no es evangélica.

Santa María, que a lo largo de este día sea sincero y busque la verdad.

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