30 marzo 2011, miércoles de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Ya sabemos que la cuaresma es un tiempo de conversión, un proceso continuo, un camino que nos lleva hacia la verdadera libertad pero… ¿qué es la verdadera libertad? ¿Qué es en realidad convertirse?

Nos dice Benedicto XVI que convertirse consiste en no creernos creadores de nosotros mismos. Consiste en la libre y amorosa aceptación de nuestra total dependencia de Dios. Afirma que ese es el camino hacia la verdadera libertad.

Es decir que, a nosotros que tenemos esa innata tendencia a organizar nuestra vida, a no depender más que de nuestras propias decisiones, la cuaresma nos propone desprendernos de ese afán de controlar nuestra propia existencia, no ofreciendo resistencia a la acción de Dios. ¿Y este es el camino hacia la verdadera libertad, el desprendimiento de mi propia libertad? Pues sí, porque es poner la propia existencia en manos de Aquel que nos ha creado y amado. Aquel que nos conoce mejor que nosotros mismos, Aquel que conoce incluso aquellas facetas nuestras que todavía están por descubrir. Sólo así uno puede atreverse a poner su vida en manos de Otro. Sólo en manos de un Dios que es amor se puede poner la propia existencia sin miedo alguno. Y este es el secreto de la felicidad, porque es el camino hacia la verdadera libertad.

Pero, ciertamente, esto nos es fácil verlo. A menudo estamos tan ocupados y entregados a nuestras ocupaciones, tan distraídos por intereses materiales y pasajeros que se nos pasa la vida. La cuaresma nos sale entonces al paso para recordarnos como Jesús a Marta que, andamos inquietos y nerviosos con tantas cosas… y sólo una es necesaria…

Para entrar en este misterio nos dirá Benedicto XVI que no hay otro camino que el de perderse, darse. Porque nos dice el Señor en el evangelio: “El que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará” Y es en este perderse, en este darse, cuando las obras de caridad se convierten en senderos espirituales. Y es aquí cuando la Iglesia nos propone la famosa técnica de la O-L-A: Oración-Limosna-Ayuno. Un triple movimiento de caridad que nos hará olvidarnos de nosotros mismos y darnos a los demás. Veamos cómo:

  1. Oración: Se trata de ponerse ante el Señor buscando su voluntad y escrutando qué me pide con respecto a los que me rodean. Hay que rastrear los hitos en el sendero.
  2. Ayuno: Ayuna de ti mismo, de tus cosas, de tus planes, del tiempo dedicado a ti, de tus gustos, de tus quejas y lamentos. Esto, a poco que los practiques, verás que es una verdadera liberación.
  3. Limosna: Con lo que has ahorrado de lo anterior, da de ti mismo, de tu tiempo, de tus planes, comparte tus ideas, tu conversación, tu sonrisa. En este aspecto conviene recordar aquella anécdota en la que un adinerado colaborador le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta cuánto quería que le diera, ella le respondió: “usted dé hasta que le duela” Esa es la señal, hasta que duela.

Este es el maravilloso proceso de conversión que nos propone la Iglesia para esta cuaresma, este es el secreto de la felicidad. Que no es fácil lo sabemos por propia experiencia pues supone romper moldes, rutinas, comodidades, incluso resentimientos y bloqueos del corazón, pero por eso también es liberador. Que no nos asusten los fracasos, los fallos y las humillaciones porque, como nos dice el salmo: “Un corazón quebrantado y humillado tu Señor no lo desprecias”.

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