28 febrero 2020. Viernes después de Ceniza – Puntos de oración


¿Cuál es el verdadero ayuno?
Iniciada ya la Cuaresma, hoy, somos invitados a revisar nuestras vidas, para fomentar una verdadera actitud de conversión. Y se nos propone profundizar en el ayuno. Pero los humanos podemos añadir a este concepto capas de error y confusión, centrándolo en algo meramente exterior, sin alma ni corazón, artificial. Por eso, el evangelio de hoy, uno de los más cortos, o acaso el que más, con ¡¡58 palabras!!, va a darnos la clave. Jesús nos dice que, quedarnos sin él, (que es lo más necesario y fundamental), es una verdadera situación de ayuno.
Sin embargo, la Iglesia, a través de la lectura y el salmo, nos va a facilitar unas pautas para profundizar en ello. Primero se nos propone el sentido verdadero del ayuno, “si queremos acercarnos a Dios”; “si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo” y para que sea un “día agradable para él”. Luego, Isaías, nos indica los medios que se centrarán, sobre todo, en relación a los demás y en positivo; “soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo”. Todo un programa para contrastarnos y traducir en esta Cuaresma.
“El día que te convenzas de que eres nada, comienza tu salvación”, nos recuerda el P. Tomás Morales en alguna de sus obras. Esto tiene que ver con la invitación del Salmo a que reflexionemos; “pues yo reconozco mi culpa/ tengo siempre presente mi pecado”. Desde esta base de realismo, nos prepararemos a pedir misericordia al Señor, por su bondad y compasión, en la seguridad de que “un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias”. ¿En qué podemos concretar nuestra petición de renovación? Atención a los tres verbos que indica el salmista: “borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado”. Somos pues invitados a vivir una doble actitud: el arrepentimiento que es reconocer la maldad de la propia conducta y dolernos de ella. Y, por otra parte, a la conversión que es la vuelta a Dios y es el término que completa la penitencia.
Entonces, no se harán esperar los frutos en nuestra vida, como nos indica el profeta; “surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».
Pedimos a nuestra Madre, que nos alcance la gracia de vivir a lo largo de la Cuaresma, desde el arrepentimiento, para una auténtica conversión. Y que se puede concretar también en “un corazón amante sin exigir retorno, gozoso de desaparecer en otro corazón, que no se cierre ante la ingratitud, ni se canse ante la indiferencia”.

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