Llegamos ante el Señor actualizando
nuestra fe en su presencia real y verdadera. ¡Dios está aquí! ¡El Señor te
llama y te espera! Con la humildad de María acogemos el don del Espíritu Santo
para dejarnos llenar totalmente por Él y ser iluminados por la Palabra.
No hay que engañarse. Dios no se
contenta con hermosos sentimientos. La «fe» que no se expresa nunca con obras
es una fe muerta. El amor que no se expresa nunca está a punto de morir si no
está muerto ya. ¿Qué hago para cuidar y acrecentar la llama de mi fe?
La «práctica» de la Fe consiste, ante
todo, en «la verdadera caridad en nuestra vida cotidiana». Y puedo preguntarme
con sinceridad: ¿se nota en mí? Señor, ayúdame y ayúdanos a ser lógicos con
nuestras convicciones profundas. ¡Que mi fe abrace toda mi vida concreta y
transforme cada uno de los minutos de mi semana!
La existencia del cristiano está
definida por la de Jesús: seguir e imitar... reproducir y estar en comunión...
venir a ser otro Cristo... ¿Qué importancia doy, en mi vida al conocimiento y a
la imitación de Jesús? ¿Qué parte tiene la "renuncia a mí mismo"?
¿Cómo se traduce, en mi vida cotidiana, esta invitación de Jesús?
¡Atención, atención! Jesús, que acaba de
anunciar la “cruz para sí”, habla inmediatamente de la “cruz para los
discípulos”. El único camino de la gloria es el de la cruz, tanto para sus
discípulos como para él. No hay dos categorías de cristianos... Jesús lo dice a
todos.
¡Paradoja del evangelio! Quien “gana”
pierde. Quien “pierde” gana. Resuena en nosotros aquella expresión de Abe, el
“ganapierde”.
Verdaderamente lo que hay aquí es la
cruz para Jesús. Y lo evocado es la persecución para los cristianos. Hay que
aceptar sacrificar la propia vida por fidelidad a Jesús y al evangelio.
Para los primeros lectores de Marcos en
Roma, esto significaba precisamente que un candidato al bautismo era a la vez
candidato al martirio: ser cristiano implicaba un cierto peligro, (hoy en día
podríamos hablar de un martirio “no cruento”) y la decisión debía hacerse con
pleno conocimiento de causa. Si Jesús invita a "sacrificar su vida", es
que también puede "salvarla": la resurrección es la clave.
“Perder su vida” significa que no hay
vida cristiana sin renuncia de sí mismo. La vida, siguiendo el evangelio, no es
una vida fácil. Pero, al mismo tiempo, Jesús pone paralelamente “el universo
entero”. Por la renuncia se trata en efecto de que "me" realice en
plenitud.
Como las gentes de su tiempo, podemos
terminar preguntándonos: “¿Quién es pues Jesús para tener tales exigencias?”
Quiero confiar en ti y creer en tu
palabra, Señor. Mis renuncias, mis opciones, mis fidelidades, y mis
cobardías... comprometen mi vida eterna: esto es algo muy grande, muy serio,
algo que vale la pena.