Nos disponemos por medio de una breve oración
preparatoria o introducción. Dar gracias por este nuevo día y pidiéndole perdón
por todas las faltas que tengamos el día de hoy.
Las lecturas de hoy nos muestran que El Señor ha
venido a darnos vida y alivio. En la primera lectura nos muestra como todo ser
humano tiene que pasar por el sufrimiento como es el caso del Rey David ante la
muerte de su propio hijo; como también pasa cuando un familiar o persona
cercana fallece o sufre cualquier desgracia.
En el evangelio el Señor nos quiere dar a entender que
el sufrimiento tiene un sentido redentor en la vida. Gracias a este sufrimiento
entra el Señor en la vida de esta niña resucitada por Jesús y su familia. Lo
mismo en el caso de la mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce
años. Todo sufrimiento tiene un sentido redentor si le pedimos al Señor que nos
acompañe y nos de fuerza para seguirle. El fortalece nuestro espíritu y sana
nuestras heridas. Y muchas veces nos vuelve a dar otra oportunidad para ser
hombres y mujeres nuevos. Pero para esto hace falta reconocer que tenemos una
herida fruto del pecado original, ser humildes; reconocer que solo tocándolo a
Él podemos ser santos.
Un coloquio con María Nuestra Madre.
¡Madrecita mía en la fe! ¡Tus ojos para verle! ¡tus
oídos para escucharle! ¡tu corazón para amarle y seguirle siempre!
Amen.