El Señor nos llama, en la primera lectura de hoy, a rasgar las apariencias
del mundo para encontrar a Dios en el prójimo. No son pocas las veces que nos
dejamos llevar por las apariencias, favoreciendo a quien, de algún modo, nos
puede devolver el favor. El reto que nos propone hoy el Señor no es tanto
favorecer más a los pobres que a los ricos, sino el descubrir en el otro el
plan de salvación que Dios tiene para cada uno de nosotros; salvación que, no
pocas veces, requiere de mediaciones de Dios a través de las personas.
Jesús nos muestra en el Evangelio de hoy cómo Él es capaz de ver más allá
de las apariencias, mediante lo que me tarde llamaría san Ignacio:
discernimiento de espíritus. La escena que narra el Evangelio nos hace ver que
no todo los que hacemos y decimos; aún con buenas intenciones, proviene del
Señor. Jesús nos muestra como el “fracaso” ante los ojos del mundo, puede ser
para la mayor gloria de Dios.
Escuchemos la voz del Espíritu Santo, descubriendo en las contrariedades de
nuestra vida, la voluntad de Dios.