Antes de iniciar nuestro rato de oración
hacemos un esfuerzo para ponernos en la presencia de Dios: Dios está aquí, y te
llama. Te llama para estar contigo. Toda la noche lleva esperando Jesús en el
sagrario el momento en que vendrás para estar con Él.
Que sugerentes son las lecturas de la
misa de hoy. En la primera lectura estamos haciendo una lectura continuada de
la vida de David. Este rey, es uno de personajes más eminentes del Antiguo
Testamento. Debió ser un hombre de una personalidad extraordinaria. Te invito a
leer de seguido el segundo libro de Samuel. El Señor lo elije desde que era un
niño y el valor de este joven le hace vivir unos extraordinarios hechos: desde
vencer con una honda al gigante Goliat a bailar con entusiasmo delante del Arca
de la alianza. Pero a la vez es un personaje de lo más humano; llega a cometer
una serie de pecados abominables; pero cuando cae en la cuenta, se arrepiente
de todo corazón y se humilla hasta el extremo. Compone los salmos más hermosos
de la biblia y acepta con sencillez el castigo que Dios le manda.
El texto del evangelio que hoy nos
propone la Iglesia es impresionante: Jesús visita tierra de paganos y allí se
encuentra con un endemoniado que tiene aterrorizada a toda la comarca. Jesús
mantiene un diálogo con el endemoniado y al final lo libera y manda a todos los
espíritus inmundos a una enorme piara de cerdos que se lanzaron por el
acantilado y se perdieron en el mar. Las gentes de esas tierras vienen a ver a
Jesús y se nota que tienen miedo, no saben cómo tratar al Señor y lo acaban
rechazando porque están dolidos por el daño que han sufrido perdiendo la piara
de cerdos y le ruegan que se marche de sus tierras.
Métete en el corazón del Señor en ese
momento, al sentirse rechazado por los hombres: han visto su poder pero le
rechazan, Vete. Sólo uno, el antiguo endemoniado que seguirle y convertirse en
su discípulo, pero Jesús no se lo permite y le dice: “Vete a casa con los tuyos
y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de
ti”.
Termina tu rato de oración con un
coloquio con la Virgen y pídele fuerzas para salir al mundo entero a anunciar
el Evangelio y decirles a todos las misericordias que ha tenido contigo.