“Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tropezaste por tu falta. Tomad vuestras promesas con vosotros y volved
al Señor” En este
viernes de Cuaresma Dios nos invita una y otra vez a ponerle en el centro.
Sorprende y conmueve cómo Dios, utilizando un tono casi de súplica, nos exhorta
a volver a Él, haciéndonos recordar que Él
nos amó primero. En ese sentido, las lecturas nos invitan a volver a lo
esencial de nuestra fe, lo fundamental, nos invitan a volver al amor primero.
El que ha tenido una experiencia de Dios, en ejercicios espirituales, por
ejemplo, ha sentido la fuerza
transformadora de su amor, que es lo que finalmente cambia el corazón
endurecido del hombre, lo que suscita su conversión. Y en este tiempo de
Cuaresma viene muy bien meditar en esa misericordia que Dios tuvo para con
nosotros. En la oración piensa, ¿En qué momento de tu vida el Señor tocó tu
corazón?, quizá en unos ejercicios, un retiro, unas jornadas… ¿Cuándo pudiste
palpar claramente que te ama de manera personal? Recuérdalo y reaviva tu fe.
Recuérdalo y renueva tu respuesta. Amor
con amor se paga, esa es la respuesta que Él pide: “… Amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser",
pues Él nos amó primero. Este es el mandamiento primero, el más importante, es
como el cimiento en donde se sostienen todos los demás, entonces, habrá que
darle la importancia que merece. Y justamente para eso estamos aquí, pues se
trata de alimentar nuestro a amor todos los días, y el medio que tenemos más a nuestro
alcance es la oración. En la oración, en la lectio divina, podemos percibir
en nuestro interior lo que dice el salmo: “Yo
soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz”.
"Amarás a tu prójimo como a ti
mismo"… Es consecuencia de vivir lo
primero. Es el vaso lleno que se derrama. Qué bien grafica el Papa Francisco
este segundo mandamiento más importante cuando dice: “El otro es un don”. Mi prójimo es un regalo, un
don, en cuanto me hace salir de mismo haciéndome mejor persona, es lo que hace
el amor. Esforcémonos por vivir esto, no sólo en estas semanas, sino siempre,
que al final, al darnos a los
demás, somos nosotros los beneficiados. Pidámosle a Santa María, en la
víspera de la Anunciación, esta gracia.