20 marzo 2017. Lunes de la III semana de Cuaresma – San José, Esposo de la Virgen María – Puntos de oración

Pocas veces tenemos la ocasión de dedicar la oración a nuestro querido San José. Las lecturas tejen un tapiz precioso dedicado a José. Vamos a considerarlas brevemente para después centrarnos en la escena del evangelio. Os propongo primero una consideración y luego una contemplación, según el esquema de oración ignaciano.
1.- Consideración:
Las dos lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento recogen la herencia de José. Como descendiente de la casa de David, es el último eslabón antes de Cristo. La profecía de Natán sobre la casa de David en sentido literal se refiere a Salomón, pero en el horizonte se perfila el Mesías prometido, y en el último peldaño para el cumplimiento de esa profecía se encuentra José, tal como lo relata Mateo al inicio del evangelio de hoy. La segunda lectura de la carta a los Romanos pone a José en la estela de Abrahán, y lo prefigura como un hombre de fe al igual que su antepasado.
El salmo es un eco de la promesa del Mesías, envuelta en la fidelidad y la misericordia de Dios.
Un detalle que no debemos pasar por alto es que en los tres textos mencionados hay una palabra que se repite: es la palabra “padre”. En Samuel: “Yo seré para él un padre”. En el salmo: “Él me invocará: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. En Romanos: “«Te he constituido padre de muchos pueblos»”. Los dos primeros textos se refieren a Dios, el tercero se refiere a Abrahán.
La Iglesia, de manera muy discreta titula a José como “esposo de María”, y sin embargo el evangelio de Juan no duda en hablar de “Jesús, hijo de José, de Nazaret” (Jn 1,45). Por eso san Juan Pablo II afirma en Redemptoris Custos: “En esta familia José es el padre: no es la suya una paternidad derivada de la generación; y, sin embargo, no es «aparente» o solamente «sustitutiva», sino que posee plenamente la autenticidad de la paternidad humana” (n. 21). José es el padre de Jesús; es Dios Padre quien le ha confiado esta misión: la de ser “la sombra del Padre” (Dobraczynski), la de ser de algún modo epifanía de Dios Padre.
2.- Contemplación:
Oración inicial: Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad.
1º preámbulo. Como nos dice Ignacio, “el primer preámbulo es traer la historia de la cosa que tengo de contemplar”. Volvemos a leer el pasaje del evangelio de las dudas, las deliberaciones y la anunciación a José.
2º preámbulo: Es la “composición viendo el lugar” que dirá Ignacio. Será aquí entrar en la casa de José en Nazaret, en su taller de carpintero, para detenerse allí y ver todo con detalle.
3º preámbulo: “Demandar lo que quiero”. ¿Qué es lo que vamos a pedir en toda nuestra oración? Que el Señor nos conceda la gracia de entrar en la escuela de José, la de aquellos que han hecho de su vida un deseo continuo de cumplir la voluntad de Dios. Que esta petición nos acompañe en todos los puntos hasta llegar a los coloquios finales.
1º punto. “El primer punto es ver las personas”. Ver a María, acercarse a ella. Por comparación de los evangelios podemos pensar que está ya de tres meses y los signos de su embarazo ya son evidentes para todos. Ver cómo actúa, como confía en Dios, como espera en su palabra, como sufre en silencio… Ver a José, acerquémonos también a él. Podemos intuir que es un hombre joven, en la plenitud de la vida, con la fortaleza que se requiere para un oficio como el suyo, y un hombre enteramente enamorado de María. Ver cómo actúa, como sufre en silencio, como se esfuerza por entender, pero no lo logra, como suplica… Ver cómo se hace la luz con la aparición del ángel en su sueño.
2º punto: “oír lo que hablan las personas”. Las preguntas de José, a María y a Dios… Oír las palabras del ángel: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
3º punto: “mirar lo que hacen las personas”. El silencio confiado de María. La decisión de José de repudiar en secreto a María: por seguir la voluntad de Dios expresada en las Escrituras debe repudiar a María, pero porque la ama no quiere que sufra ningún mal y por eso lo hará en secreto, siguiendo el espíritu de la Ley, para protegerla. La intervención de Dios, que confirma su decisión y la rectifica. Dios confirma su justicia, sobrepasada por el amor, y le encomienda una nueva misión: acoger a María y ser el padre de Jesús. “Tú le pondrás por nombre Jesús”. Mirar como José, desde el silencio de amor y adoración, acoge este nuevo sendero de la voluntad de Dios para su vida: “José hizo lo que le había mandado”.
Ignacio concluye cada uno de estos puntos diciendo: “y después reflectir para sacar algún provecho de cada cosa destas”. Es decir que todo esto proyecte su luz sobre mi vida, que me impacte, que me conmueva por dentro y toque lo más profundo de mi ser.

Terminar con un coloquio con la trinidad de la tierra: primero con José, luego con María y finalmente con Jesús. Dejar que el afecto empape toda nuestra relación con los tres.

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