4 marzo 2017. Sábado después de Ceniza – San Casimiro – Puntos de oración

En el Antiguo Testamento, ser bueno, cumplir los mandamientos y hacer obras de misericordia, se hacía para tener beneficios de parte del Señor. Así nos lo cuenta Isaías. Según eso, merece la pena ser bueno, para ser pagado por ello. Está bien… pero no es el todo. Jesucristo en el Nuevo Testamento nos propone hacer el bien, obrar la misericordia y hacer las misericordias, solamente, por amor a Dios y por amor a los otros hombres.
¿Por qué quedarnos tan solo en ser buenos para recibir una recompensa? Ya sabemos de la bondad de quien da esa recompensa y no dudamos de su benevolencia, por eso no pongamos la mirada en el regalo, que ya llegará de todas formas, sino en quien da ese regalo, en Dios mismo. Un Dios que es Padre nuestro, y que, por eso mismo, nos hace a todos hermanos.
Pongamos la mirada en que la ley de Dios, es la mejor ley para cumplir en sí misma: la más justa, la más equilibrada, la que mejor nos construye como personas cuando la cumplimos, la que nos hace más felices a todos. Otras leyes de los hombres, o la falta de las mismas, a lo que lleva, aunque a primera vista parezca otra cosa, es a la infelicidad y al horror de estar sometido a lo peor de algunos hombres, o de la masa.

Sí, Señor: ¡Enséñame tu camino, para que siga tu verdad! ¿Por qué hago yo las cosas, por el miedo al castigo, por la vanidad del premio, o simplemente por la mayor gloria de Dios? Yo soy, Señor, de esos pecadores que tú has venido a sanar, y, sin embargo, tengo deseos de trabajar por ti. Pero te necesito. Quiero convertirme de verdad durante esta Cuaresma, con la fuerza de tu gracia y bajo la mirada maternal de tu Madre y Madre nuestra, María. Ser del todo, sólo tuyo. Amén.

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