1 abril 2017. Sábado de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

Hoy es sábado de cuaresma, por lo que queremos tener a la Virgen muy presente en nuestra oración. Le pedimos primero que su Corazón Inmaculado sea nuestro oratorio en el que meditemos la Palabra de su Hijo, para que aprendamos de Ella a escuchar a Dios y a conformar nuestra vida a la voluntad amorosa del Padre. Que su “Hágase en mí según tu Palabra” sea mi oración y la norma de mi vida toda.
Vamos caminando a la Pascua, siguiendo a Jesús hasta el Calvario para resucitar con Él en el gran Domingo de la Pascua. Los evangelios de estos días dejan constancia de la tensión creciente que se acumula en torno a Jesús, del rechazo a su pretensión de ser el enviado del Padre. Hace unos días escuchábamos: “Los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios” (Jn 5,18). Así, hoy la primera lectura, del profeta Jeremías, anuncia esta conspiración que se cierne sobre Jesús y le designa como cordero manso, llevado al matadero. La actitud de Jesús es ponerse en las manos del Padre: “a ti he confiado mi causa”. Nos hemos unido a Él con la oración del salmo: “Señor, Dios mío, a ti me acojo”.
El evangelio nos presenta el debate entre la gente sobre el origen de Jesús: las enseñanzas y los signos de Jesús manifiestan a las claras que Él es el Mesías, el Profeta esperado. Pero éste no había de venir de Galilea, según la Ley. Desconocían el nacimiento de Jesús en Belén, la ciudad de David, y que Él había elegido precisamente Galilea como escenario primero de su predicación y milagros para que se cumplieran las profecías de Isaías: en la Galilea de los gentiles, tierra de sombras, “una luz les brillo” (Mt 4,16). El comportamiento de Jesús es desconcertante para ellos porque pone en primer lugar la misericordia, por encima del sábado, y que los pobres, los que viven en sombras, sean evangelizados.
¿Qué podemos aprender de Jesús en este día? Ante todo contemplarle como Cordero de Dios, que lleno de humildad y mansedumbre, se encamina hacia el sacrificio de sí mismo para el perdón de los pecados. Hoy nos uniremos a su sacrificio aceptando con amor la cruz de este día y transformándola en amor como misioneros de la cruz (P. Eduardo).

Además, aprender el estilo de Jesús: poner en primer lugar la misericordia, acudir a los olvidados, llevar la luz del evangelio a las penumbras de mi alrededor, a los corazones envueltos en “sombras de muerte”. Le pido a la Virgen que me ayude a poner en práctica en este día la Palabra que he escuchado y he guardado en mi corazón para que dé frutos de amor.

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