De nuevo nos ponemos en la Presencia de Dios, y pedimos las disposiciones necesarias para hacer este rato de oración…
El evangelio que
hoy nos presenta la Iglesia, nos lleva en nuestra oración a dos contextos
diferentes: En primer lugar, las curaciones de Jesús, y en segundo lugar la
oración del Maestro…
Estas dos
realidades tienen su propio atractivo, y su propio mensaje… Vamos a situarnos
paulatinamente en cada una de ellas.
Las curaciones
que Jesús hará se sucederán unas a otras, conforme llega la noticia de su
presencia en la casa de Simón… Primero será la suegra de Simón…, a la cual
Cristo levanta de su postración por enfermedad, y ella se pone a servirles de
inmediato… Pero al ponerse el sol, los enfermos se multiplican a la
puerta de la casa, y El lleno de compasión y misericordia, imponiendo sus manos,
los iba curando a todos, incluso a los endemoniados, de los cuales salían los
demonios proclamando la Divinidad de Cristo: “Tu eres el hijo de Dios…”
Y tras unas
breves horas de descanso nocturno, el Señor, dejando a sus discípulos
dormidos..., sale de la casa y se va a un lugar desierto para orar…
Así comenzaba el
Señor sus jornadas, en oración y junto al Padre… ¿Qué nos dice esto a nosotros,
y que aplicación podría tener para nuestra vida cristiana…? Comienzo por
preguntarme si la oración es para ti y para mí, una necesidad perentoria, o por
el contrario es una realidad esporádica… Orar para nuestro espíritu tendría que
tener tanta importancia, como el comer para nuestro cuerpo… ¿Realmente es así…?
y si no es así, como podría serlo…
Comemos no solo
por necesidad, sino también por tenemos hambre y apetito…, es decir comer no es
una penitencia, sino también un placer y una alegría… ¡Oh si la oración fuera
para nosotros un placer y una alegría, estoy seguro de que no la dejaríamos
nunca de hacer…! Pero esto es una Gracia a alcanzar con nuestra súplica y
perseverancia…
Sigue diciendo
el evangelio de este día: “La gente lo andaba buscando y, llegando
donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos…” Cuando
se ha descubierto el Bien por esencia..., presencia..., y potencia…, uno no
puede separarse de Él, e intenta retenerlo… La oración nos permite retener al
Bien, que es Dios, y si avivamos su presencia durante el día, nada nos podrá
separar de El…
Vamos a pedir esta gracia a lo largo de esta jornada, la gracia de mantener la presencia de Dios en nuestras vidas, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, para no que Dios lo sea todo, en todo, y siempre… Que así sea…