¿Cómo reacciono ante lo imprevisto?
En el nombre del Padre creador, del Hijo
que nos redimió y del Espíritu Santo que nos da la vida y, tomando conciencia
de su presencia en nuestro interior, comenzamos a preparar la oración.
Una situación de prueba a Job se nos
presenta en la primera lectura. Prueba que el Señor permite por instigación del
diablo y que tiene unos límites, “a él no lo toques”. En efecto, las pruebas se
suceden, cada una a más cruda y dolorosa. Pero la reacción de Job es admirable
reconociendo que todo lo recibió del creador. Bendice, contra todo pronóstico,
el nombre de su Dios y no se queja, reconoce ser criatura.
El Salmo viene a profundizar en las
actitudes que debiera tener el corazón del que es probado. Entre ellas me
llaman la atención: “Aunque sondees mi corazón, …aunque me pruebes al fuego, no
encontrarás malicia en mí”, “Muestra las maravillas de tu misericordia, …a
quien se refugia a tu derecha”.
Sin embargo, la situación presentada en
el evangelio, cuando “los discípulos se pusieron a discutir quién era el más
importante”, hace de contrapunto a nuestra reflexión de hoy. Pero, sobre
ese fondo oscuro, destaca la luminosidad de Jesús presentando
a sus discípulos el modelo de conducta, “el que se hace pequeño como este niño
ese es el más importante”. Decíamos que Job se hizo “pequeño”, reconociendo ser
criatura llena de dones, y sólo así superó, “abajándose”, la prueba.
En la canción, “para vivir la santidad”, Abelardo nos deja estas pinceladas hablando de la Virgen; “Porque se hizo pequeña la que es Madre de Dios. / Y en abajarse y hacerse pobre esclava / la gran lección te daba de amar la humillación”.