Nos preparamos haciendo silencio exterior, recogidos en un lugar tranquilo que nos permita concentrarnos, y sobre todo silencio interior, el más difícil: control de la imaginación poniendo el foco de atención en la Persona de Jesús, contemplándole. Y así purificando la intención, con el solo interés de agradar al Señor, empecemos ofreciéndole este ratito de oración, los afanes del día y el curso que acaba de empezar.
La primera lectura narra un hecho
sucedido en la comunidad de corinto que incomodó muchísimo a San Pablo. Fue el
caso de un cristiano que convivía con su madrastra, una inmoralidad que ni
siquiera toleraban los paganos y que la comunidad cristiana de corinto miraba
para otro lado, dejándolo pasar. San Pablo, con la autoridad de Apóstol de
Cristo, pide a la Comunidad que reunidos en nombre de nuestro Señor
Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregar
al que ha hecho eso en manos del diablo; humanamente quedará destrozado, pero
así la persona se salvará en el día del Señor. Pide dejar de lado el
orgullo y actuar con prudencia para que la levadura vieja del mal moral no
corrompa la masa nueva que es la Iglesia. Una lección para los cristianos de
todos los tiempos. Es necesario actuar con prudencia, claridad y caridad; sin
dejar pasar las cosas o mirar para otro lado. El tiempo por sí solo no arregla
nada, es necesario recurrir a la acción guiada y animada por el Espíritu Santo.
Reflexionando sobre todo esto podemos sacar un magnífico propósito para este
curso, para cada uno y para nuestras comunidades: restaurar todas las
cosas en Cristo (Ef 1,10). En Cristo y con Cristo somos los panes
ázimos de la sinceridad y la verdad que necesita el mundo. Contemplándole a Él,
todo encaja, todo se transforma.
Y esta misma falta de verdad y
sinceridad en el pensar y en el actuar, tanto como personas o grupo es la que
Jesús echa en cara a los fariseos y escribas de su tiempo. Ellos, apegados a la
letra de la ley y a la imagen de justos que se habían formado como grupo
religioso, pasaban por alto la justicia y el derecho. En concreto, las
necesidades reales de las personas, especialmente de los pobres y de los más
débiles. Por ello, Jesús, en medio de la sinagoga, a la vista de todos, atendió
la necesidad de un hombre paralítico, curándolo a pesar de la prohibición de
trabajar en sábado. La reacción inmediata de los fariseos y escribas fue de
enorme ira y con ese sentimiento a flor de piel, con los rostros desencajados y
a gritos, “pensaban” qué tenían que hacer con Jesús: ellos se pusieron
furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Pidamos a Jesús para nosotros y para
nuestros grupos la gracia de andar siempre en verdad y sinceridad. La gracia de
ser verdaderos discípulos suyos: con el afecto, pensamiento y comportamiento
semejante al suyo. De atender las necesidades concretas de todos los que nos
rodean, con generosidad y según nuestras posibilidades.
Oración final: Señor, haz en nosotros y a través de nosotros la transformación que deseas realizar. Santa María, sé nuestro refugio. Ayúdanos a ser la levadura nueva que el mundo necesita. Feliz oración.