4 septiembre 2020, viernes de la XXII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

 Que nuestro primer pensamiento de la mañana sea para Dios y recordar lo que el Señor nos quiere comunicar y que vamos a meditar durante ese día.

Nos ponemos en presencia del señor y ofrecerle todo nuestro día a su Corazón por medio del Inmaculado Corazón de María.

Hoy el evangelio nos relata la pregunta que le hacen los fariseos y escribas al Señor -por qué sus discípulos no ayunan como los demás- y Él les responde que, estando con Él, no podemos ayunar, somos sus amigos; Él mismo dijo: ya no os llamo siervos, sino amigos. Con Jesús en nosotros todo cambia, ya nada vuelve a ser como antes, más aún si le tenemos presente durante el día prolongando la comunión eucarística. Él mismo dijo que está a la puerta y llama; si nosotros le abrimos la puerta de nuestro corazón y nuestra alma hasta las zonas más escondidas y miserables, entonces hará morada en nosotros. ¡Dios con nosotros! ¿Qué podemos temer?, ¿por qué hemos de estar tristes? San Pablo dice también: ¿qué o quién podrá separarnos del amor de Cristo? Es cierto que en nuestras vidas hay momentos de cruz muy difíciles, en que tenemos que cargar con nuestra ella y seguirle; pero esto, es porque el amor verdadero es compasivo y misericordioso; sabe sufrir con los más pequeños y en especial los más necesitados y quiere completar los sufrimientos de Cristo en su pasión: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia”.

De modo que el ayuno y la penitencia se pueden vivir en momentos como adviento, cuaresma, viernes santo, después de la confesión cuando el sacerdote da una penitencia…; pero no solo en esos momentos, sino algunas veces en la vida cuando hay dificultades o pruebas como la enfermedad, o las muchas lágrimas que las madres lloran por sus hijos, y en cualquier tribulación o prueba; es entonces cuando debemos ser capaces de confiar en el Señor para poder cargar con la cruz que nos toca llevar. Por eso dice Él que vendrán días en que se lleven al novio; entonces sí que ayunarán, pero porque ya “no estamos” con el esposo que es Cristo; es el amor verdadero el que el Señor nos enseñó: Amaos como yo os he amado.

Que al comulgar podamos darle las gracias al Señor porque Él, que es el novio, está con nosotros y nos acompaña en nuestros sufrimientos y nos conforta.

Nuestra súplica a Nuestra Madre: Santa María de la Visitación, alcánzanos la gracia de acompañar a Jesús en el consuelo y la aflicción.

Archivo del blog