27 marzo 2021, sábado de la 5ª semana de Cuaresma. Puntos de oración

En este “sábado de dolores”, preludio de la Semana Santa, del Domingo de Ramos, es muy fácil hacer un rato de oración, poniéndonos en la presencia de Dios, ofreciéndole todo este día y colocando nuestro corazón muy cerca del corazón de Cristo, para captar y compartir con él sus mismos sentimientos.

Porque Jesús sabe lo que va a acontecer, más con el corazón que con la cabeza. El evangelio nos cuenta cómo los sumos sacerdotes y los fariseos decidieron darle muerte. Jesús siente en su corazón el drama de su pueblo, dividido entre los que quieren un Mesías político y los que ansían la liberación, sobre todo de sus miserias y pecados. Y siente también el drama de la humanidad de todos los tiempos, que va a asumir sobre sí. Está decidido a interceder por todos, entregándose a la muerte, y una muerte de cruz, para así, con su resurrección, vencer a la muerte, vencer el mal, vencer el pecado.

Pidamos a María hoy sentir el dolor del corazón de Cristo, dolor por su pueblo, dolor por nosotros.

Sabemos que es un dolor, a su vez, lleno de esperanza. Porque Jesús es ese nuevo David que, según nos narra el profeta Ezequiel, recogerá a los hijos de Israel de entre las naciones para llevarnos a su tierra. Con Cristo ya no vivimos divididos. Él nos libera del pecado, nos purifica, porque somos su pueblo y él es nuestro rey, nuestro único pastor, nuestro príncipe para siempre.

En medio del dolor del corazón de Cristo, al que nos acercamos hoy con deseos, grandes deseos, de que lo comparta con nosotros, de poder ayudarle de alguna manera, de colaborar en lo poco que podemos a prolongar su redención, en medio de ese dolor, surge en nosotros un grito: hosanna al Hijo de David. Porque él ha hecho con nosotros una alianza eterna, de tal manera que vive en nosotros, ha puesto en nosotros su morada, es nuestro Dios, y nosotros su pueblo.

Manifestemos con nuestra vida, y también con nuestra palabra, que él es el Señor de nuestra vida y el único capaz de darle sentido a todo lo que hacemos. Con Cristo nada es inútil, todo lo que hagamos, por pequeño que sea, sirve para unirnos a su Pasión y ser corredentores con él.

Repitamos despacio, con el salmo de la misa de hoy:

El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Porque él nos ha rescatado del pecado con el precio de su sangre:

«Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».

Por eso nos alegramos también con el salmo, en este día, preludio del dolor, pero lleno de esperanza, porque, como dijo san Juan Pablo II en su primera encíclica, la Redención, llevada a cabo por medio de la cruz, ha vuelto a dar al hombre la dignidad y el sentido de su existencia.

Terminemos nuestra oración, cerca del corazón de la Madre, repitiendo ya, como preparando la lectura de la Pasión del domingo, algunas estrofas del Stabat Mater:

La Madre piadosa estaba
junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía,
cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

Oh, cuán triste y afligida
se vio la Madre bendita
de tantos tormentos llena,
cuando triste contemplaba,
y dolorosa miraba,
del Hijo amado la pena.

¿Y cuál hombre no llorara
si a la Madre contemplara,
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera,
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre;
vio morir al Hijo amado
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

Oh, Madre, fuente de amor
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que por mi Cristo amado
mi corazón abrasado
más viva en Él que conmigo.

Y porque a amarte me anime
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí;
y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar,
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo:
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu Corazón compasivo.

Virgen de vírgenes santas,
llore yo con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;
porque su Pasión y Muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore,
y que en ella viva y more,
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
para que cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria.

Amén.

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