El evangelio de hoy bien podría
reflejar la lucha interna de nuestra alma con el mundo que trata de justificar
nuestra desconfianza en el Señor.
Jesús quiere que aprendamos a
rasgar las apariencias desde una experiencia profunda de Cristo en nuestra
vida. Sin esa experiencia, todo parece insuficiente para creer en Él.
Quién ha escuchado la voz de
Cristo, no queda indiferente. La Palabra es cauce de la gracia que conduce al
reconocimiento de Jesús como Hijo del Padre y salvador nuestro.
Pidamos a nuestra Madre la Virgen que aprendamos a ser testigos en medio de un mundo que condena, juzga y maldice a quienes no piensan como él. Seamos luz en la noche, silencio en el ruido, reflejo de Dios ante las miradas de nuestros hermanos.