Los judíos echan en cara a Jesús
que realice curaciones en sábado pues eran muy estrictos sobre lo que se podía
hacer o no hacer en sábado. Jesús responde: “mi Padre trabaja y yo también
trabajo”. Esto responde a que los judíos consideraban que Dios si realizaba el
trabajo de la redención en sábado; así Jesús también en esta ocasión se hace
igual a Dios. Jesús prolonga la obra del Padre.
Hemos iniciado esta semana la
lectura del evangelio según san Juan y nos acompañará el resto del camino
cuaresmal; destaco la intimidad de Jesús con su Padre, su unión íntima de
corazón, vida y acción. Nuestra oración debe caracterizarse por esta unión que
se extienda a toda nuestra vida como en Jesús. Es una consecuencia de nuestra
consagración bautismal que nos hace hijos de Dios. El profeta Isaías resalta la
entrega de Dios por nosotros: “¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no
tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no
te olvidaré.”
Estamos en vísperas de la solemnidad de san José que todos los años celebramos en cuaresma. Él, “la sombra del Padre”, debe inspirar nuestro camino cuaresmal. El papa Francisco nos lo ha recordado en su carta “Patris corde”: “No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión.