30 marzo 2021, Martes Santo, puntos de oración

¿Señor, por qué no podemos seguirte ahora?

Este martes de Semana Santa vemos a Jesús angustiado porque sabe lo que le viene encima. Ha lavado los pies a sus discípulos, Judas incluido; se han sentado a la mesa y la cena ha comenzado. Los discípulos ni siquiera sospechan los acontecimientos que vienen sobre Jesús, y celebran aquel convite pascual con la alegría propia de la gran fiesta judía que se avecina. Se entregaron a comer y beber.

Y Jesús sigue hablando, continúa con el más largo y profundo de sus discursos ¡pero nadie le entiende! Se escuchan las palabras de Pedro, que no sabe de qué está hablando. Cuando se enfrente a la dura realidad, calentándose a la hoguera, sus promesas se olvidarán y la negación saldrá espontánea. ¿Encontramos algún parecido entre nosotros? ¿Nos recuerda algo nuestro “sí, soy católico, pero no practico”?

Todos somos Pedro en muchas ocasiones. Cantamos alegres y los problemas quedan fuera de la casa. No es que olvidemos lo que el Maestro nos dice, es que lo oímos, pero no lo escuchamos. Nos parece estar asistiendo a los discursos protocolarios de los homenajes a los que hayamos asistido, durante los que apagamos los oídos y la atención.

Somos, como Pedro, valientes y decididos de salón para seguir a Jesús mientras estamos en el banquete, pero cuando la fiesta acaba y llega el momento de dar la cara puede que escondamos la nuestra y neguemos seguir al Maestro. ¿Somos consecuentes con la fe que decimos profesar y seguir? ¿Mi boca, tu boca, nuestra boca, cantará su salvación o seremos nuevos “Pedros” negando al Señor?

Pero hay algo que salva a Pedro después de la negación y es "la no culpabilidad" y aceptar el perdón de Jesús (con la mirada). Esta es la gran diferencia con Judas, que terminó por suicidarse. Uno se sintió culpable y no pudo con ello; terminó con todo. El otro, en medio de su gran dolor, de haber fallado a Jesús, de su gran humillación, sabrá acercarse de nuevo, le buscará y suplicará su perdón. Y yo me pregunto: ¿Cómo vivo mis pecados? ¿Surge en mí la culpabilidad que me separa de Dios o por el contrario, me acerco humillado y arrodillado? Es sutil la diferencia, pero muy importante.

Que ojalá aprendamos a vivir como Pedro: orgulloso como el que más pero conocedor de la misericordia y el perdón de Dios, que es donde siempre hemos de volver.

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