27 marzo 2018. Martes Santo – Puntos de oración


Es muy probable que pocos se acerquen este día a tomar los puntos para la oración. Son tantas las ideas que ya rondan por nuestro interior a lo largo de este tiempo en la recta final que empieza con la Semana de Pasión a la que le sigue la Semana Santa en la que nos encontramos a martes, después de haber celebrado el Domingo de Ramos con el que comienza y en el cual además de haber escuchado el evangelio de la entrada triunfal en Jerusalén, antes de la misa con la procesión de los Ramos, en la que hemos aclamado al Señor como los discípulos lo hicieron, así nosotros también. Pero luego en la misa se lee la Pasión del Señor, momentos que todo el pueblo guarda un silencio solemne siguiendo la descripción de uno de los evangelistas, pues es tan impresionante, que en estos días se leerán por tres para que nos quede bien grabado lo que pasó nuestro Señor por salvar a los hombres.
Con todo este dosier, para empezar quizá venga bien lo que nos recomienda san Ignacio: “No el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el gustar y saborear (aquí sí que conviene pasarse en la aplicación de sentidos para sentir y acompañar cuánto se pudiere con la gracia) internamente, interiormente, en cualquier pasaje de la escritura o escena de la Pasión, sin tener prisa por pasar adelante.
Por eso tengo miedo de estropear vuestro recogimiento acompañando (dolor y lágrimas si las concede, para eso nos ha dado los sentidos; qué bueno es usarlos en su alabanza y gloria) a Jesús. Vayan unas pinceladas si os ayudan a los que buenamente os acerquéis a leerlos:
“Señor, que mi oración de este Martes Santo segundo día de la Semana más santa del año sea una presencia, alabanza, súplica, que encuentra gracia ante Ti”. Semana para repetir sin cansarnos con el salmista: “Piedad, Señor, piedad”. ¡Ten piedad de nosotros pecadores! Un grito como dice en otro lugar, que no se nos caiga del corazón y de los labios: “Piedad, Señor, piedad”. “Señor, escúchanos y ten piedad, que mi grito llegue hasta ti. Que te mire y te suplique: Piedad, señor, piedad; que me deje mirar. Haznos participar en las celebraciones de estos días para que merezcamos el perdón de nuestras culpas.
Hay dos momentos en el evangelio de este día que podemos contemplar uno se refiere a Judas y otro a Pedro.
“En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar” y sigue toda la secuencia de la entrega que acaba con las palabras de Jesús: “Lo que has de hacer, hazlo pronto”
Cuántas veces no vemos reflejados al darle la espalda, desentendernos, no querer perdonar, no darle lo que nos pide quizá una invitación que nos ha hecho: “Ven y sígueme”, o cuantas veces  nos volvemos para atrás,  nos buscamos excusas, no tenemos tiempo, lo dejamos para más tarde y nunca llega, perdiendo la gracia del momento en el que Jesús pasa por nuestra vida y quizá no vuelva como dice san Agustín y  después nos arrepentimos cuando  por otras circunstancias nos damos en la cuenta que suya es la vida, la nuestra; y suyo es el tiempo y para él no lo tenemos disponible. Cuando nos quejamos. Qué perniciosa es la queja injustificada, las culpas a los demás, los “esques” que no sirven para nada más que para alimentar mi ego que siempre llevamos dentro.
El otro momento del pasaje de Pedro al escuchar del Maestro: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”. Ardiente Pedro quiere saber dónde va y se lo vuelve a repetir: Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde”. Pedro quiere seguirle por todos los medios: “Daré mi vida por ti”. Cuántas veces en un momento de arrebato hemos dicho lo mismo al Señor y hemos visto la misma trayectoria que a Pedro y nos hemos topado con la respuesta que le da a él: “¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces”.
Y nosotros cuántas veces todas nuestras esperanzas no han quedado más que en buenos deseos, que son muy buenos y a ellos nos atenemos cuando nos faltan las obras: “Señor tu nos conoces y sabes de qué madera estamos hechos”.
María, queda oculta casi siempre en la Pasión pero quizá sea el hilo secreto que nos descubra algo de este misterio de infinito amor del Señor: “A tu lado, Madre junto a Jesús en la Pasión, hasta la cruz y en la Resurrección, su cruz el llevadera, su carga ligera, tú nos ayudas, nos guías nos alcanzas su Espíritu para seguirle. Amén. Así sea.

Archivo del blog