23 marzo 2018. Viernes de la V semana de Cuaresma – Puntos de oración


“A Dios que concede el hablar y el escuchar le pido hablar de tal manera que el que escucha llegue a ser mejor y escuchar de tal manera que no caiga en la tristeza el que habla”
La causa de la Muerte de Cristo es el pecado del hombre, los pecados de los hombres: los tuyos y los míos. Y el pecado que bloquea nuestras entendederas, nuestra capacidad de conocer al Señor. En este Evangelio Cristo se intenta explicar… pero no le entienden. Maquinan su muerte porque les escandaliza. Y les escandaliza porque no le siguen. A Cristo se le entiende desde el seguimiento. Pedro es capaz de confesar que es el Hijo de Dios, el Mesías, porque está cerca de Él y su corazón lo tiene puesto en su seguimiento (aunque después falle…).  ¿No entiendes a Cristo? Síguele. ¿Te escandalizas de Cristo? Síguele. ¿Le traicionas? Síguele. ¿No te terminas de fiar? Síguele. ¿Te sientes decepcionado con Él? Síguele.
Últimos días para apurar la conversión y resucitar con Él en el Gran Domingo de la Pascua. No conquista Cristo por sus discursos (que son necesarios). Pero la conversión no se produce por palabras bonitas, sino por el Encuentro. Encuentro personal, real, profundo, con Cristo, sufriente, muerto y Resucitado por ti. ¡No desaprovechemos estos momentos! ¡Que siguiéndole en la pena, le vamos a seguir en la Gloria!
Como se dijo en el Pregón de Sevilla hace unos años: puede ayudarnos a removernos el espíritu, a animarnos a dar con Cristo la vida, a seguirle hasta la Cruz de estos días…
No deseo que se burlen de tu imagen,
Que si quieren renegarte,
Que renieguen,
Si no quieren ni mirarte
Que se aparten.
Que no vengan a imponerme con sus leyes
Cuando tengo que venir a suplicarte.
Me enseñaste a poner la otra mejilla,
Y en mi perdón es donde encuentran fortaleza.
Se equivocan si al pensar que aquí en Sevilla
Dudaremos en salir a tu defensa.
No propongo enfrentamientos ni guerrillas,
Y no impongo mi creencia por la fuerza,
Solo hablo de rezar un padrenuestro
Que se escuche en los confines de la tierra.
Y en ese día, que me encuentre ante tus ojos,
De rodillas, humillado en tu presencia,
Gran Poder, que perdonas nuestras deudas,
Si me pides que perdone, yo perdono,
Aunque duela perdonar al que te ofenda.

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