11 marzo 2018. Domingo IV de Cuaresma (Ciclo B) – Puntos de oración


El Domingo cuarto de Cuaresma es el domingo “laetare”, “alégrate”, porque la antífona de entrada de la Misa invita a alegrarse ante la cercanía de la Pascua: “Alégrate, Jerusalén, gozad y alegraos vosotros, que por ella estabais tristes”. Ya estamos en el día 26 de la cuarentena cuaresmal y la proximidad de la Pascua nos da aliento a perseverar en la austeridad penitencial de estos días.
En el evangelio de hoy, Jesús responde a Nicodemo que va a verlo en la noche. Busca a Jesús, siente que en Él está la verdad, pero tiene miedo a declararse discípulo suyo, a dar el salto de la fe. Jesús le ofrece el gran signo que llama a creer, su cruz y su resurrección, expresión del gran amor de Dios por la humanidad: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito”. Ese “ser elevado” alude tanto a la Cruz, en la que Jesús se alza entre el cielo y la tierra, como a la Resurrección, en la que Jesús se levanta del sepulcro y se eleva como Señor sobre la muerte.
La Cruz Gloriosa es la gran prueba del amor de Dios por cada uno de nosotros. San Pablo se deshace, en el texto que hoy escuchamos de Efesios, en expresiones superlativas para describir un amor tan incomprensible y sorprendente, tan gratuito y generoso. Son palabras para saborear en el silencio de la oración. Puedo ponerlas en primera persona si esto me ayuda a entrar en tan gran misterio de amor:
“Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que me amó, estando yo muerto por los pecados, me ha hecho vivir con Cristo - estoy salvado por pura gracia -, me ha resucitado con Cristo Jesús, me ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para conmigo en Cristo Jesús. En efecto, por su gracia estoy salvado, mediante la fe. Y esto no viene de mí; es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que no pueda presumir.
Soy, pues, obra suya. Dios me ha creado en Cristo Jesús para que me dedique a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicase”.
Acoger este amor mediante la fe, transforma la vida: “La fe en Cristo nos salva porque en él la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde dentro, que obra en nosotros y con nosotros” (Papa Francisco, Encíclica Lumen fidei 21). Hoy es un día para pedir que en esta Cuaresma y en esta Pascua tan cercana nos dejemos transformar por el Amor de Dios, que lo conozcamos a fondo, que lo contemplemos en la Pasión y muerte en Cruz de su Hijo, quizás acompañándole estos días mediante el ejercicio del Viacrucis. Que nuestra fe se haga vida porque creemos en el Amor que Dios nos tiene y nos dejamos invadir por ese Amor que salva.

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