En primer lugar, nos ponemos en la
presencia del señor vivo y resucitado. Le pedimos al espíritu santo luz para
inundarnos de la alegría de la resurrección del Señor.
Cuando miramos directamente al sol, nos
deslumbra y tenemos que cerrar los ojos para no cegarnos. Hoy nos puede pasar
algo parecido. JESÚS HA RESUCITADO. Ha ocurrido un misterio tan grande que nos
supera y podemos caer el error de cerrar los ojos y dejar que pase. Sin
embargo, tenemos que mantenerlos abiertos, dejar que nos ciegue este misterio,
que nos marque, que deje huella en nosotros y seamos reflejo en él.
Hoy simplemente os propongo que os
adentréis en el misterio, que os imaginéis como sería un encuentro con Jesús
resucitado. Pensad cómo reaccionaríais, quizá corriendo como Juan y Pedro hacia
el sepulcro tal como narra el evangelio de hoy o quizá dudando como Tomás. Sea
como sea hoy Jesús ha resucitado y nosotros con él como dice Pablo en la
lectura. Tenemos que resucitar con él que hoy empecemos a vivir de nuevo que
resucitemos con Jesús y demos ejemplo con nuestra vida.
Por último, acabad con María, la que
nunca falla, simplemente imaginadla contagiados de su alegría y tened un
pequeño coloquio con ella para terminar la oración.
Feliz Pascua de resurrección.