Un rato tranquilo para estar con el
Señor en medio de las ocupaciones del día. Él nos espera, y hoy nos tiene
preparado un mensaje de nuevo jugoso, profundo y comprometedor.
La primera lectura nos presenta un drama
estremecedor. La envidia y los celos se apoderan de los hijos de Jacob. Dejan
surgir en sus corazones sentimientos de odio, y deciden matar a José, el
hermano más pequeño.
El odio les ha secado el corazón. Pero
dos hermanos buscan cómo salvarle la vida, y José termina vendido como esclavo.
El salmo continúa la historia, recordando que llega a ser admirado en todo
Egipto.
La dramática historia de José se repite
en Jesús, que también fue vendido por unas pocas monedas y, siendo inocente,
fue condenado a sufrir la muerte en la cruz entre dos malhechores. Lo que no
llegó a suceder con José se consumó en Jesús.
Nos lo describe el mismo Jesús en el
evangelio con la parábola de los viñadores homicidas, dirigida a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo.
Con ella recuerda, no solo la larga
historia de rechazos que el pueblo de Israel manifestó contra su dueño y Señor,
volviendo sus ojos a ídolos extranjeros, sino también, y sobre todo, manifiesta
el rechazo del Hijo de Dios, presente en medio del pueblo con prodigios y
señales que los ancianos y sumos sacerdotes no son capaces de ver.
El Mesías, la piedra angular rechazada,
será llevado a la muerte, pero Dios, el Padre de la vida, lo resucitará de
entre los muertos.
¿Qué nos puede decir a nosotros la
Palabra hoy? En primer lugar, que cada uno de nosotros estamos llamados a ser
fecundos, a dar frutos, que consisten en buscar el Reino de Dios y su justicia,
haciendo la voluntad del Padre, a tiempo y a destiempo, reconociendo su amor en
nosotros y en los que nos rodean. El Señor espera frutos de mi vida. ¿Qué estoy
dispuesto a entregarle?
En segundo lugar, nos invita a ofrecer
nuestra vida junto a la de Jesús, a unirnos a su sacrificio. El amor del
Padre, enviando a su Hijo, y del Hijo, entregando la vida por nosotros, ¿nos
espolea a comprometernos en la evangelización, allí donde a cada uno nos ha
puesto el Señor, a ser nuevos cristos transparentando a Jesús entre los que nos
rodean?
Pidamos a María, en esta cuaresma, que
nos aliente en el camino para vivir cada día más unidos a este Jesús que “me
amó y se entregó a la muerte por mí”.