2 marzo 2018. Viernes de la II semana de Cuaresma – Puntos de oración


Un rato tranquilo para estar con el Señor en medio de las ocupaciones del día. Él nos espera, y hoy nos tiene preparado un mensaje de nuevo jugoso, profundo y comprometedor.
La primera lectura nos presenta un drama estremecedor. La envidia y los celos se apoderan de los hijos de Jacob. Dejan surgir en sus corazones sentimientos de odio, y deciden matar a José, el hermano más pequeño.
El odio les ha secado el corazón. Pero dos hermanos buscan cómo salvarle la vida, y José termina vendido como esclavo. El salmo continúa la historia, recordando que llega a ser admirado en todo Egipto.
La dramática historia de José se repite en Jesús, que también fue vendido por unas pocas monedas y, siendo inocente, fue condenado a sufrir la muerte en la cruz entre dos malhechores. Lo que no llegó a suceder con José se consumó en Jesús.
Nos lo describe el mismo Jesús en el evangelio con la parábola de los viñadores homicidas, dirigida a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo.
Con ella recuerda, no solo la larga historia de rechazos que el pueblo de Israel manifestó contra su dueño y Señor, volviendo sus ojos a ídolos extranjeros, sino también, y sobre todo, manifiesta el rechazo del Hijo de Dios, presente en medio del pueblo con prodigios y señales que los ancianos y sumos sacerdotes no son capaces de ver.
El Mesías, la piedra angular rechazada, será llevado a la muerte, pero Dios, el Padre de la vida, lo resucitará de entre los muertos.
¿Qué nos puede decir a nosotros la Palabra hoy? En primer lugar, que cada uno de nosotros estamos llamados a ser fecundos, a dar frutos, que consisten en buscar el Reino de Dios y su justicia, haciendo la voluntad del Padre, a tiempo y a destiempo, reconociendo su amor en nosotros y en los que nos rodean. El Señor espera frutos de mi vida. ¿Qué estoy dispuesto a entregarle?
En segundo lugar, nos invita a ofrecer nuestra vida junto a la de Jesús, a unirnos a su sacrificio. El amor del Padre, enviando a su Hijo, y del Hijo, entregando la vida por nosotros, ¿nos espolea a comprometernos en la evangelización, allí donde a cada uno nos ha puesto el Señor, a ser nuevos cristos transparentando a Jesús entre los que nos rodean?
Pidamos a María, en esta cuaresma, que nos aliente en el camino para vivir cada día más unidos a este Jesús que “me amó y se entregó a la muerte por mí”.

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