En esta última semana del ciclo de Navidad, las lecturas del Evangelio nos van mostrando quién es y cómo actúa Jesús. Concretamente el pasaje de hoy nos presenta a Jesús que vuelve a Nazaret después del inicio de su vida pública. Su fama se iba extendiendo, y sus paisanos le esperaban con curiosidad e interés. Pidamos luz al Espíritu Santo, protagonista del pasaje, para que nos ilumine quién es Jesús, y para que le abramos el corazón con el fin de acogerle lo mejor posible. Escuchemos también nosotros, “fijos los ojos en Él” como sus vecinos, lo que Jesús lee y nos dice.
I. ¿Quién es Jesús? Se proclama en este pasaje el ungido por el Espíritu de Dios, es decir, el Mesías, ya que este nombre que significa el ungido, el consagrado con unción. Jesús está diciendo a sus paisanos que Él es el prometido por Yavé, el esperado de Israel, el Salvador. Había vivido con ellos treinta años, les está hablando ahora... ¡y qué pocos se dan cuenta! ¿Y nosotros? ¿Le reconocemos como el Mesías?
II. ¿Cómo actúa Jesús? Comunicándonos la Buena Noticia, el Evangelio. Una noticia, que, a diferencia de las nuestras, no son solo palabras, sino palabras y hechos. Jesús es un buen comunicador, y en este relato responde a la “regla de las 5 W”, que ha de cubrir toda buena noticia.
1. ¿Qué? Que Jesús es el enviado. La entradilla de esta gran noticia la expresa así la antífona de comunión de hoy: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él (1 Jn 4, 9).
2. ¿Quién envía? El Hijo es enviado por Dios Padre, a impulso del Espíritu Santo. Es la Trinidad quien nos comunica la Buena Noticia.
3. ¿Por qué? Por amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene... (1 Jn 4, 9). Porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único (Jn 3, 16).
4. ¿Para qué? Para que tengamos la vida en plenitud, más aún, la propia vida de Dios: para que vivamos por Él y en Él. Y para que vivamos así,
a) nos devuelve la vista: con el fin de que descubramos la realidad profunda de las cosas y de los acontecimientos, y no sus apariencias; para que le descubramos a Él en todo, en todos y siempre;
b) nos libra de nuestras esclavitudes y opresiones: de tantas realidades que nos tienen cautivos, la primera de ellas el pecado, pero también de nuestros vicios más o menos inconfesados, de los deseos de aparentar, de querer ser más que los demás, de hacer nuestros caprichos, etc.;
c) nos proclama la Buena Noticia: entre tantas noticias vanas, falsas, sesgadas, interesadas...
5. ¿A quiénes? A los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos... Es lo mismo que canta María en el Magníficat: derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos... ¿Nos reconocemos pobres, cautivos, ciegos, oprimidos... en definitiva necesitados de salvación, de la salvación plena que nos comunica Jesús?
6. ¿Cuándo y cómo? Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Se lo decía a sus paisanos hace dos mil años en Nazaret... y nos lo dice hoy, 10.1.2014, aquí. Hoy se cumple. Porque Jesús está vivo y nos transmite su vida a ti y a mí. Y porque Jesús, vivo en nosotros, nos envía a ti y a mí para anunciar la alegría del Evangelio a los pobres, iluminar a los ciegos, liberar a los cautivos y oprimidos...
III. Por último fijémonos en las actitudes que muestran los paisanos de Jesús, los receptores de la Gran Noticia, y que son las que debemos pedir al Espíritu Santo para tratar a Jesús: a) Todos lo alababan... b) Todos tenían los ojos fijos en él (clavados en Él traduce la Biblia de la Conferencia Episcopal). c) Todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Que en nuestra oración no dejemos de alabarle, expresarle nuestra aprobación y admirarnos de Él...
IV. La Virgen María sin duda estaría en la Sinagoga esa mañana escuchando a su Hijo. Ella ha sido la pobre de Yavé, la esclava, la humilde, la primera a quien ha sido anunciada la Buena Noticia, y la primera en acogerla... Y Ella es nuestra Maestra en la alabanza de Jesús. Contemplémosla: pasando desapercibida en la Sinagoga, con el corazón en ascuas, los ojos embelesados, y los oídos hambrientos de las palabras de su Hijo...
Oración final. Santa María de Nazaret, tú que escuchabas las palabras de tu Hijo, y las meditabas en tu corazón, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, y abre nuestros oídos para que su Buena Noticia penetre en nosotros, nos conmueva y nos mueva de tal modo que tu Hijo nos haga comunicadores de la alegría del Evangelio a los hombres de hoy.