16 enero 2014. Jueves de la primera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

FESTIVIDAD DE SAN ALFONSO

Nos ponemos en presencia del Señor y pedimos la  ayuda del Santo que celebramos.

Natural de Toledo nació el 667. Lucía, su madre, le pidió a la Virgen tener un hijo y que se lo consagraría  a ella. El Señor la escuchó y le concedió poco después ese niño a quien le pusieron el nombre de Ildefonso, que fue todo un presagio ya que significa dichoso, feliz; todo eso sería Ildefonso. Su tío Eugenio, Obispo de Toledo, lo envía a estudiar a Sevilla para poderse formar. Después de 12 años de estudio bien aprovechados, volvió a Toledo. Su padre quería que tomase parte en la ciudad como hombre influyente y formara una familia. Ildefonso le dijo que Dios tenía otros planes sobre él. Un día huyó de la ciudad y se dirigió a Agali donde ingresó en un Monasterio como monje. Pronto lo nombraron Abad. En este cargo obró maravillas. Les cuesta a los monjes despedirle. Se habían visto gobernados por un padre y maestro. Pierden a un amigo y confidente íntimo. Habían libado de él muchos años néctar delicioso de santidad y sabiduría.

En el 657 muere su tío Eugenio II. Las miradas se fijan en el sobrino. Ciencia, virtud. El Espíritu Santo suscita hombres en todas épocas que tienen la misión de abrir camino para hacerlo andadero a los que vengan detrás. Pretende escalar la cumbre de la unión mística con Dios. Quiere que todos bautizados desarrollen el germen de vida sembrado en ellos por el sacramento de la iniciación cristiana.

Al explicar la confirmación, les recuerda que el bautizado es también sacerdote, “linaje escogido, sacerdocio real” (1 Pe 2,9): Ungido “después del bautismo con agua del crisma y la infusión del Espíritu Santo por la imposición de la manos” se convierte en militante de la fe. Quiere que cada bautizado viva las palabras de San Juan: Tenemos en nosotros la vida Eterna (1 Jn 5,11.13) El camino descubre al cristiano la senda que conduce a la soledad interior, pórtico de la vida mística a la llama Dios a todo bautizado.

La tradición refiere que, concluida su obra, recibe como galardón una casulla que le trae la Virgen e inmortaliza el pincel de Murillo. El 23 de enero del 667 marchaba a contemplar a la Virgen al cielo. Es enterrado en Toledo. En los primeros años de la invasión árabe, sobre el 714, lo trasladan a Zamora por temor a la alcoránica fuerza de los sarracenos. Durante casi 600 años se pierde su memoria del lugar en que lo entierran. Un pastor hacia 1260, lo descubre en tiempos de Alfonso X el Sabio.  En 25 de  mayo de 1946 lo depositan en el camarín del altar mayor de la Iglesia en Zamora que lleva su nombre.

Todos los que sufrían de algo querían tocar a Cristo. ¿Quién está libre de sufrimiento? La lectura puede recordarnos, lo que hicieron con el cuerpo de San Ildefonso los antepasados por  mantenerlo y conservarlo.

El Salmo nos dice en Dios confío y no temo. En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra.

El Papa Francisco nos dice en la Alegría del evangelio. El verdadero cristiano, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Un cristiano que no está convencido, entusiasmado, seguro, enamorado, no convence a nadie. Unidos a Jesús, buscamos lo que El busca, amamos lo que El ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre, vivimos y actuamos “para  alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1,5)

Como los apóstoles, al cristiano le conviene retirarse con Jesús. ¿Con quién voy a estar mejor? Me pasa a mí como a Jesús. ¿Conoce la gente que soy católico? Hablo con claridad de Jesús. ¿Cómo me cura a mí Jesús? Le trato con alegría, con sencillez.

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