Antes que nos metamos en la meditación de la Palabra de Dios es importante tener en cuenta a nuestro Papa Francisco cuando nos dice en la Exhortación Evangelii Gaudium en el 149: “necesitas acercarte a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva”
Vamos a leer estas palabras de la primera lectura con corazón dócil y orante: “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
Si esta Palabra de Dios penetra a fondo en nuestros pensamientos va a engendrar dentro de nosotros una mentalidad nueva. Una confianza fiel como la tiene María dio lugar a la Navidad, que estamos a punto de terminar. Ella estaba segura de que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Seamos audaces como Ella en aquella Boda de Caná y esta mañana pidamos algo según su voluntad. Él siempre nos escucha.
“Glorifica al Señor, Jerusalén”. Nos dice el salmo. Tenemos que glorificar al Señor como lo hacen día y noche los ángeles del cielo. Nosotros con nuestra oración sencilla glorificamos a Dios. Como dice Abelardo, lo importante no es como hagamos la oración. Sino hacer oración.
Como Lucas escribe en su Evangelio, nosotros debemos decir “-Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y Él como si puede, nos dirá “- Quiero, queda limpio.”
“Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara”. Que nosotros seamos de aquellos que nos acercamos a Dios para que nos cure y nos dejemos curar por Él.