Estamos finalizando el año litúrgico,
este domingo próximo será la solemnidad de Jesucristo rey del universo. Jesucristo
ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido, todo lo que hizo y hace
es con este fin. La Iglesia, cuerpo de Cristo, prolonga esta misión de
Jesucristo y en su unión con Él la va realizando. Para ello debe mantener el
entusiasmo inicial, avivar el primer amor, el de los apóstoles. Las Iglesias
juánicas a las que se refiere el Apocalipsis tienen sus primeras crisis de
crecimiento y afrontan diversos problemas; el autor alienta su vida cristiana
para que sean fieles al Señor. Volver a Jesucristo siempre es la solución.
Zaqueo es modelo de esa conversión necesaria; por encima de todo el entusiasmo
por Jesús renueva su vida; ha descubierto a Jesús y recibe la fuerza para hacer
un cambio radical.
Mira, estoy de pie a la puerta y llamo.
Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él
y él conmigo.
Sintamos hoy como el Señor nos busca y salva, Él está a la puerta y llama, nos ofrece su amistad y toca nuestro corazón, como el de Zaqueo, a fin de que renovemos nuestra vida cristiana y aportemos a la vida de la Iglesia nuestra insustituible colaboración. La llamada de Jesús es para estar con Él y para enviarnos; nuestra vida es misión. La afirmación de Apocalipsis indica una intimidad sin igual; ciertamente Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos, como dice san Agustín. Dejemos que nuestra oración encienda en nosotros el entusiasmo por Jesucristo.