¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! Cristo ha
resucitado, está vivo y hoy celebramos que nos ha salvado. Feliz Domingo.
Comenzamos nuestra oración conscientes
de nuestra pequeñez, pidiendo luz al Espíritu Santo, poniéndonos en las manos
del Padre, pidiendo que nos llene de su amor al Hijo.
Hoy el Señor nos habla en las lecturas
sobre la Esperanza. En la primera lectura nos habla sobre la Sabiduría. Y es
que es de sabios esperar en el Señor, esperar en su promesa, esperar que Él nos
transforme y nos haga santos. La lectura nos dice que la Sabiduría llega a
aquellos que la buscan y la desean y quien la recibe se libra de
preocupaciones. No se trata de una sabiduría de conocimiento sino una Sabiduría
mucho más profunda, conocimiento de Dios y por lo tanto de uno mismo. Saberse
amado y salvado por Dios nos hace mirar la vida con ojos de transcendencia y
contando con Dios… ¿Qué puede salir mal?
El Salmo es una preciosidad, nos habla
de la esperanza de encontrarnos un día con Dios cara a cara, es un grito a
Dios: ¡tengo sed de ti! No hay nada comparable a tu amor, ¿cuándo podré estar
contigo?
En la segunda lectura san Pablo, con
tintes apocalípticos nos recuerda que estamos salvados que debemos mantener la
esperanza en Dios
Por último, en el Evangelio, nos vuelve
a recordar una vez más que el Señor no está esperando, que vendrá a nuestro
encuentro. Nos invita a estar preparados para el encuentro y termina con dos
frases muy duras: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad,
porque no sabéis el día ni la hora».
Vamos a dejarnos conocer por Dios en
este ratito de oración, contarle nuestros sueños e ilusiones, pedirle que nos
ayude a confiar en Él. Vamos a hacernos muy amigos de Dios para que cuando nos
le encontremos cara a cara nos llame por nuestro nombre y nos acoja en sus
brazos.
María, madre de la esperanza, ruega por nosotros.