Hemos comenzado este mes con la mirada
puesta en la vida eterna, en los santos del cielo, y pidiendo por nuestros
hermanos difuntos para que estén con el Señor en el lugar del consuelo, de la
luz y de la paz. San Pablo nos dice hoy en su carta a los filipenses: “Somos
ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo”.
Nuestro bautismo ha sido el comienzo de la vida eterna en nosotros, pues por la
fe el cielo habita en nuestros corazones. Recordemos el castillo interior de
Santa Teresa de Jesús: “Nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy
claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas
moradas…y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es
adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”. La puerta para
entrar en este castillo es la oración. Orar es descender a nuestro interior y
encontrarnos con esta Presencia. Dedica unos minutos a dejarte invadir por este
“sentimiento” de presencia, semejante a un río de agua viva que salta hasta la
vida eterna (cf. Jn 4,14).
Y como Dios es comunión, nos sentimos en
presencia de los santos y a ellos queremos pedir también. Hoy 6 de noviembre la
Iglesia católica en España celebra, con rango de memoria obligatoria, a los
mártires del siglo XX en España, en el periodo histórico de la persecución
religiosa desatada entre 1931 y 1939. Están encabezados por san Pedro Poveda e
Inocencio de le Inmaculada y son unos dos mil beatos y santos de todas las
vocaciones eclesiales: obispos, sacerdotes, religiosas y laicos, hombres y
mujeres, “modélicos confesores de la fe en Cristo, que aceptaron su muerte para
la salvación del mundo”.
Se da la circunstancia de que este
sábado será beatificado en Barcelona uno más: un joven laico de 19 años, Joan
Roig, que era líder de una federación de jóvenes cristianos. Ésta es la
historia de su martirio: “La noche del 11 de septiembre de 1936, unos
milicianos golpearon la puerta de la casa de Joan Roig. Consciente de lo que
iba a pasar sumió las Sagradas Formas como viático y se despidió de su madre en
inglés diciendo: «God is with me», «Dios está conmigo». Joan Roig Diggle
fue asesinado de cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca.
Las últimas palabras que salieron de sus labios fueron: «Que Dios os perdone
como yo os perdono».
Parece que todos estos mártires nos
dicen como san Pablo: “Sed imitadores míos y fijaos en el modelo que tenéis en
nosotros”. Fueron amigos de la cruz de Cristo. En santa conversación con estos
hermanos nuestros de nuestra misma carne y sangre y de nuestra patria, pidamos:
ü para que sepamos imitarles en vivir con alegría y valentía nuestra fe.
ü por España, para que reine la libertad y la paz entre todos, libres de ideologías.
ü por los perseguidores de la Iglesia y para que sepamos perdonar como los mártires.
En el Evangelio Jesús nos reta y provoca
nuestra generosidad: ¿Serán hoy los hijos de las tinieblas más astutos y
laboriosos que los hijos de la luz?
Dios te salve, María, ayúdame en este día a trabajar con amor y sabiduría para construir el Reino de los cielos en mi corazón y en la parcela de viña que el Señor me ha confiado.