Las lecturas de hoy son el pórtico al
adviento que iniciaremos enseguida. Desde esta clave se entiende mejor la
propuesta de S. Juan, con sus poderosas imágenes, el Salmo con una petición
entrañable y las advertencias de Jesús en el evangelio.
En efecto, las imágenes del río
con agua de vida brotando del trono de Dios que
favorece el crecimiento de un árbol de vida, ¿Qué nos están
sugiriendo? En mi caso las aplico a la Eucaristía que se nos regala y es fuente
de vida. Porque a Jesús, físicamente no podremos contemplarlo hasta la
eternidad. Sin embargo, la Eucaristía, siempre está entre nosotros. Y
verán su rostro, Y ya no habrá más noche… porque el
Señor Dios los iluminará. En este sacramento, vivido con frecuencia y
cercanía, experimentamos cómo el Señor va aclarando nuestra mirada, primero
sobre nuestro interior y luego sobre lo que nos rodea y acontece.
A esto que sabemos y hemos comprobado en
alguna ocasión, nos anima S. Juan diciendo, “dichoso eres si guardas estas
palabras”. Cierto. El Señor no se hará esperar, porque “mira, yo vengo
pronto”.
Para responder a esa invitación, El
Salmo 94, nos empuja a mantener una actitud de petición; “Ven, Señor
Jesús”. A continuación, nos propone la alabanza, bendición y acción de
gracias, porque somos conscientes de que en sus manos está toda la creación (y
nosotros como hechura suya). Pero con la humildad suficiente para reconocer que
toda alabanza se le debe y que nosotros como pueblo suyo, procuramos honrarle
con actitud de respeto y confianza.
Sin duda que Jesús, en el evangelio de
Lucas, nos refuerza con su autoridad tanto lo que Juan (Ap. 22,1-7), como el
Salmo 94, nos vienen proponiendo. Y es que es ¡tan fácil dejarse arrastrar por
preocupaciones, problemas y dificultades! Asimismo, a veces, damos cabida a
compensaciones afectivas, lúdicas o de diferentes apetitos para justificar la
rutina, dureza o pruebas de la vida. Es preciso, nos recomienda el Señor, pedir
constantemente para escapar a todo esto y para mantenernos en pie haciendo
su voluntad.
Santa María, contigo acudo a la fuente de la vida. Desde tu firmeza orante tomaré fuerzas para mantenerme firme en el servicio. Contigo (y con tus labios), que eres toda humildad, estaré repitiendo durante este adviento ¡Ven, Señor Jesús!