Misa del 18 de diciembre – Puntos de oración


Las lecturas de esta semana nos recuerdan que la Navidad ya es inminente. Que el nacimiento de nuestro Dios va a suceder muy pronto. Estos son días para irnos introduciendo en el misterio de la Navidad a través de las escenas evangélicas previas. Hoy la liturgia nos presenta el anuncio a José. Con el Evangelio de ayer y el de hoy la Iglesia nos pide que nos acerquemos al misterio de la Navidad de la mano de san José. Recreemos la escena con nuestra imaginación.
José es un hombre como otro cualquiera. Podemos imaginárnoslo como un hombre medio de nuestra sociedad. Lo sobresaliente en él es que es un hombre bueno y creyente -“justo”, según el Evangelio-. Pero por lo demás, no se diferencia del resto de los hombres de su tiempo. Podemos actualizarlo diciendo que sería un hombre joven, con un negocio propio comenzado hace no mucho, aunque lo suficiente para estar asentado. Un hombre que tendría que dedicarle muchas horas a su trabajo porque seguramente no tendría ayudante. Después de haber vivido unos primeros años dedicado a sacar a flote su negocio, por fin le queda un poco de fuerza vital para estabilizarse también a nivel personal y casarse. Quizá un poco más mayor de lo que a él le hubiera gustado, pero hay cosas que vienen dadas y no se puede hacer más.
Después de varios intentos ha conocido a una jovencita de familia humilde pero buena. Una joven muy prometedora: María. Ha conseguido concertar el matrimonio y solo es cuestión de tiempo la consumación del desposorio. José está nervioso por el acontecimiento que se acerca, quiere que pase rápido para empezar a vivir una vida tranquila junto a su mujer. Aunque también es cierto que espera con ilusión el gran día.
Pero, un día, advierte en una visita a María o en un comentario de vecinos o amigos, que María está embarazada. Comienzan las dudas, el dolor interior, el sentimiento de traición, la vergüenza pública… Al agotamiento del trabajo se le suma en esos días el agotamiento mental. Y cuando por fin consigue llegar a una resolución, todavía entre muchas dudas. Sin saber si es lo correcto, si es una decisión inteligente, la visita del ángel.
¡Qué fe la de José! ¡Qué docilidad al Espíritu! ¡Qué sencillez la suya! Miremos a María con los ojos de José. Con esos ojos tentados por la duda y la sospecha, pero también sensibles a la pureza de María. Recorramos con san José su itinerario espiritual en estos días previos a la Navidad para salir también con él transformados por la Gracia, desprendidos de los criterios humanos, de las propias seguridades y atentos solo a la voz del Espíritu.

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