3 diciembre 2018. Lunes de la I semana de Adviento – San Francisco Javier – Puntos de oración


Estimulados con el ejemplo y la intercesión de S. Francisco Javier, iniciamos la preparación de nuestra oración de mañana. Le pedimos nos alcance humildad, confianza y audacia evangélica.
Hoy el evangelio nos presenta la escena del centurión con Jesús, ubicada a la entrada de Cafarnaúm. Jesús entra al pueblo de Pedro y quien se le acerca es un centurión, es decir, un varón acostumbrado al mando táctico y administrativo y que ha sido escogido por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Esto no es óbice para que tenga un corazón compasivo y solidario: Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho. Nosotros deducimos que, aunque ese criado ya no puede prestarle servicios, lo tiene en su casa, se gasta dinero con él y además su cuidado depende en parte de él.
En un gesto no menos misericordioso, Jesús le dice, voy yo a curarlo. Aquí está la oración de estos días y de mañana. Acercarnos con respeto y confianza a Jesús y decirle, mira, estoy enfermo. O, tengo un amigo/a que sufre y no es feliz. Ahora, vamos a asistir a un momento cumbre en la historia de la fe de Israel y de los siglos de cristianismo. El centurión, al decir Jesús que va el mismo, queda desconcertado de tanto abajamiento y le hace esta observación; Señor, no soy digno que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y digo a uno: “ve” y va; al otro: “ven”, y vine, etc.
Este hombre reconoce la autoridad de Cristo sobre la vida y la muerte. Le otorga un rango superior a su autoridad militar, por ello se ve indigno de recibirlo en su casa. Teóricamente es un pagano, alguien apartado de la fe. Sin embargo, Jesús le atribuye tanta fe que aún no la ha encontrado en Israel (pueblo escogido y heredero de las promesas de Dios). Sin saberlo, un pagano, al igual que la cananea (la de los perrillos que comen las migajas), universalizan la fe. ¡Quién le iba a decir a ese hombre que su humildad y admiración por Cristo iban a quedar grabadas como en piedra para el resto de los siglos y pronunciadas a diario por millones de cristianos!
Nuevamente, la humildad y confianza hacia Jesús rompen la compuerta de la presa de su misericordia acumulada. Y claro, cuando es así, desborda y arrastra todo lo que encuentra: y dijo al centurión “vete; que te suceda según has creído”. Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Amigos míos, ¿Qué nos detiene en esta confianza en el corazón de Jesús? Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra, es algo grande, algo sobrenatural, que me dilata el alma y me une a Jesús (Sta. Teresita)
En el texto que estamos meditando, Jesús, a propósito de los paganos que creen en él, comenta: os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Ojalá no diga nunca el Señor de nosotros esto. Tengamos la humildad para abrirnos a aquellos que hoy llamamos paganos o alejados de la fe y que nos pueden llevar la delantera y quizás dar alguna lección de su vivencia concreta, como el centurión, sin buscarlo ni pretenderlo.
Acabamos de detenernos en un pasaje donde rebosa la misericordia del corazón de Jesús. Vamos a pedir a la Madre que nos regale, de su humildad, confianza y audacia, para acercarnos a Jesús que está esperando ansioso una palabra nuestra y así desbordarse en misericordia. No nos cansemos nunca de intentarlo.

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