Cuatro ideas que pueden ayudarnos en la
oración de hoy.
1. “En aquel día, saldrá una
rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces” (Is 11, 1)
¡En aquel día! Qué expresión tan bella
para comunicarnos la llegada del Señor, la Navidad, el inicio de una
nueva era, la presencia de Dios en un Niño, el Reino, la paz, la plenitud,
el Amor…. Bastaría ya nuestra oración: “En aquel día”.
Históricamente se refiere al rey
Ezequías, santo rey, pero que anunciaba al verdadero, al INRI, el Mesías, el
Cristo, el UNGIDO.
2. “Que en sus días florezca la
justica y la paz abunde eternamente” (Salmo 71)
Que muera la muerte y viva la vida, que
se acabe el odio y comience el amor, que no exista la doble vida sino la
coherencia, que Dios sea Dios por siempre jamás.
3. “Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los
prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Lc 10)
Gracias, Señor, por invitarme a vivir en
el “lugar teológico” de la santidad,
de la felicidad, el tuyo, el divino, celestial, el de los pequeños y sencillos,
el de los pobres y humildes.
4. Recordamos a San Juan Damasceno
(675-749), el gran teólogo que contribuyó al magisterio acerca de la veneración
de las imágenes sagradas, que se apoya en la doctrina de la Encarnación, y
quedó formulado de modo definitivo en el segundo concilio de Nicea, 787.
Benedicto XVI -citando al santo doctor, explicó que “dado que ahora
Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, se puede
representar lo que es visible en Dios. Yo no venero la materia, sino al
creador de la materia, que se ha hecho materia por mí y se ha dignado habitar
en la materia y obrar mi salvación a través de la materia. A causa de la
Encarnación, la materia aparece como divinizada, es vista como morada de Dios.
Se trata de una nueva visión del mundo y de las realidades materiales. Dios se
ha hecho carne y la carne se ha convertido realmente en morada de Dios, cuya
gloria resplandece en el rostro humano de Cristo”.
Cuentan algunos de sus biógrafos que los enemigos llegaron a cortarle la
mano para que dejase de escribir, pero con el auxilio de la Virgen la recuperó.
En vísperas de la Inmaculada, me recuerda lo que decía San Juan de Ávila:
“Antes estar sin pellejo que sin devoción a Nuestra Madre”. Que su ejemplo nos
impulse a preparar con la mayor ilusión la gran fiesta que se aproxima.