La figura de Juan Evangelista, autor del
cuarto evangelio y el Apocalipsis, nos la coloca la Iglesia dos días después
del Nacimiento. El 26 nos pone a san Esteban, proto mártir, o sea, primer
mártir que va a derramar su sangre poco tiempo después de que Jesús nazca y al
día siguiente san Juan, virgen. Martirio y virginidad loa dos primeros modelos
para imitar a los que quieran seguir las huellas del Niño que acaba de nacer.
Para ser testigo, él mismo nos lo dice
en sus escritos como lo dice él mismo al final del Apocalipsis: “y otras muchas
cosas hizo Jesús que, si se escribieran, no darían abasto y se acabaría nunca”.
O bien cuando dice “hablamos de lo que sabemos y damos testimonio, de lo que
hemos visto y oído y palparon nuestras manos”.
Santo Tomás de Aquino dice de él” “Juan
es uno de esos testimonios. Ha venido a extender los dones de Dios y anunciar
su alabanza”. Y san Jerónimo: “Juan que era virgen, permaneció siempre virgen.
Por eso fue el discípulo privilegiado, amado de Jesús que reclinó la cabeza en
el Corazón de Jesús, es el privilegio de Juan o mejor el privilegio de la
virginidad. Basta decir que el Señor virgen puso a su Madre virgen en manos del
discípulo virgen”.
Gracias a unas revelaciones no hace
mucho a una mística alemana, que señala detalles donde se podría encontrar la
casita de la Virgen en Éfeso, se ha podido reconstruir la casa, transformada en
ermita en un lugar solitario en unos bosques a poca distancia de la ciudad
donde estar, caminar por allí recuerda la estancia de María y Juan a quien
Jesús encomendó cuidara desde la Cruz: “He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora
el discípulo la recibió en su casa, es como decir que la recibió como suya.
De esta manera Juan fue depositario de
este Tesoro que nos dejó Jesús de la Cruz. Desde ese momento es madre de los
creyentes, porque así como el discípulo amado, la tomó como suya en
representación de todos, lo es nuestra y mañana en la oración, la vamos a
tomar cada uno de los que en la oración recordemos este pasaje del
evangelio y recordemos tantas y tantas veces como lo hemos hecho y
podamos decir con San Estanislao de Koska: “La Madre de Dios es mi madre”
y añadir al concluir el año jubilar del P. Tomás Morales: “Y nunca falla” y
decir con él al hablar del apóstol en su semblanza: “Desde entonces camina al
lado de Cristo, es uno de sus partidarios más ardientes, goza de sus
confidencias y tiene una familiaridad íntima con Él. Con pedro y Santiago,
acompaña a Jesús en la resurrección de la hija de Jairo, en la Transfiguración,
en Getsemaní y junto a la cruz.
Así como él cuenta la Resurrección
cuando corre más que Pedro llega al sepulcro ve los lienzos y el sudario y
cree, los pastores también en estos días llegan al portal, encuentran al niño
envuelto en pañales y creen llenos de gozo y en ambas escenas, se nos invita a
acercarnos al Señor y reconocer el gran amor con que nos ama, vayamos
nosotros también salgamos como los pastores de la oración dando
gloria y alabanza a Dios dando gracias por tanto amor como nos ha
mostrado, tomando carne humana, naciendo de una Virgen.