27 octubre 2010, miércoles de la XXX semana de Tiempo Ordinario - Puntos para la oración.

En ocasiones, sobre todo en los primeros momentos de una vida espiritual cuidada, uno se pregunta qué es más importante, la lógica o el amor. Hoy las lecturas nos hablan de Dios, y nos aseguran, que entre lógica o amor, Dios prefiere en nosotros la lógica del amor.

Primer momento

Por eso, en el primer momento, invoquemos al Espíritu Santo, conscientes de que nuestra incapacidad y pobreza son la llave para abrir nuestro corazón a la acción misericordiosa de Dios. Y recemos junto a toda la Cruzada – Milicia, pidiendo gracia a Dios nuestro Señor: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos

Hoy se nos plantea un plan, un horizonte de vida, y también un modo de hacer oración. Esto no es extraño, pues la oración es la vida del bautizado.

Hijo, padre, esclavo, amo..., que cada uno vea dónde se encuentra, y que busque a Cristo en esa situación. Este rato de intimidad con Cristo, no es para meterlo en nuestros quehaceres, sino para descubrirlo en ellos, pues Él se encuentra siempre, en lo más íntimo de nuestra vida.

Dios me espera en el día de hoy, en medio de las ocupaciones en las que debo gastar la vida. ¡Mi vida es terreno sagrado! Si entendiésemos esto... ¡Madre, hazme vivir en la presencia de Jesús, que descubra su presencia en este día que Dios me regala para amar!

El hombre de nuestra época vive triste. Y vive triste, porque vive solo, aun estando rodeado de gente. Algún filósofo dirá: «Todo mi reino es de este mundo», y también: «He deseado ser dichoso como si no tuviera otra cosa que hacer». Pero en una silenciosa y dolorosa confesión personal, que hará más adelante por medio de un personaje de una de sus obras, mostrando los repliegues más íntimos de su corazón gritará: «los hombres mueren y no son felices».

¿Qué gritan los repliegues más íntimos de mi corazón? ¿Cantan esperanza, alegría, confianza en Dios y en los demás, o rezuman egoísmo, tristeza, pesimismo, envidias? ¿Mi alma está ventilada por la presencia, siempre nueva de Dios, o huele a cerrada, atrasada, caducada?

Cuando la llama del amor de Dios se enfría en nuestra vida, todo se presenta anodino, suena a ya sabido. Y es que podemos “haber comido y bebido (comulgado y compartido intimidad con el mismo Creador del universo, mi Amigo) y haber escuchado en las plazas sus enseñanzas (retiros, ejercicios espirituales)”, y escuchar con sorpresa al final de esta vida: “No sé quién eres. Aléjate de Mí, malvado”.

Contemplación

¡Pidamos con urgencia hoy la gracia de reavivar la fe y la entrega incondicional a un Dios que me espera en cada encuentro, en cada alegría o disgusto, en cada hora gastada en silenciosa vida de Nazaret!

Y todo esto, sin complicados razonamientos o disquisiciones. La lógica del amor debe invadir esta contemplación. Jesús hoy va por las aldeas y ciudades predicando el Evangelio, y lo hace desde el silencio de los sagrarios, muchos abandonados... Y yo, me acerco a Él y le hago la pregunta: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”. Metámonos en situación. Y miremos a Jesús. Que nuestras miradas se crucen con la suya, y cautivados por su amor, entendamos que la respuesta de Jesús no sólo pide entrar por la puerta estrecha para salvarse, sino que en el fondo, y de una manera muy delicada, es una invitación a compartir misión con Él, y a ser descanso para su Sagrado Corazón. ¡Señor mío, y Dios mío! ¿Qué quieres que haga?

Señor, que me asombre de tu amor para conmigo, ¡que descubra la novedad que tu fidelidad trae a mi vida! Con el salmo, cantemos hoy durante todo el día: “El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”.

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