Introducción:
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que hace un milagro. Cura a una mujer que ve con una pesada enfermedad. No consta que ella se lo pidiese y sin embargo Jesús la cura. La misericordia del Señor llena la tierra y sus ojos, a los que no se le oculta nada, ven mis enfermedades y mi situación de pecador y me quiere curar. Como a la mujer del evangelio Jesús me quiere liberar de mis malos espíritus, de mis hábitos desordenados que me alejan de él. Y me cura y me da una libertad nueva. Quizá llevo mucho tiempo atado a mis miserias pero Jesús pasa a mi lado, me llama y me libra de mi enfermedad. Y esa curación es para gloria suya.
¿Y donde encuentro yo a Jesús que me puede curar? Cómo dice el evangelio de hoy, debo acercarme a donde Jesús está enseñando. Y Jesús enseña hoy en la Escritura y en la Liturgia. Y le encuentro para perdonarme y curarme y enderezar mi vida que tiende a torcerse, sobretodo en el sacramento de la Penitencia, y le encuentro en la Eucaristía.
Cómo tiene que vivir un cristiano al que el Señor ha curado de su enfermedad y le está curando cada día. Pues cómo nos dice San Pablo en la carta a los efesios: “de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos. (…) Caminad como hijos de la luz.”
O como dice el salmo 1, estando junto a Jesús nuestra alma “será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin”.
- Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
- Petición: Señor, cúrame de mis enfermedades, límpiame de mi pecado.
- Composición de lugar: imaginar a Jesús que se acerca a mí y me cura.
- Materia de la oración: contemplar la escena del evangelio de hoy. Si en alguna parte me siento más impresionado, o como dice San Ignacio, “si hallo gracia”, detenerme en ella y repetirla varias veces.
- Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o salve a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecador.”
- Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.