12 octubre 2010, Nuestra Señora del Pilar – Puntos de oración

- En la liturgia de hoy domina la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios. Vamos a hacer un breve recorrido.

La Antífona de entrada: piensa en la Virgen como "la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto". En la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen "fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor", y en la oración de las ofrendas, se muestra el deseo de "permanecer firmes en la fe". La Primera lectura de 1 Crónicas 15, recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. En el Salmo Responsorial alabamos al Señor, luz y salvación de los que esperan en Él. Podemos orar poniendo en labios de María, la belleza del versículo que se repite en este cántico: “El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado”. Termina el aleluya: "afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo". El Evangelio (Lc 11,27-28) nos habla también de la presencia de la Virgen en la Iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El Prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, "esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo".

- Vamos seguidamente a comentar el Evangelio:

«Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan»

Hoy, con este breve Evangelio, notamos el sabor del pueblo sencillo que —admirado por la figura de Jesucristo— se expresa de una forma espontánea por boca de una mujer: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» (Lc 11,27). Este piropo que a través de Cristo se dirige a María, el Señor lo acepta complacido, pero prefiere añadir algo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28).

Se podría decir que se añade una nueva bienaventuranza, la de la Palabra, que constituye al mismo tiempo un nuevo piropo a María Santísima, esta vez por parte de su Hijo. Porque Ella fue la primera que escuchó y aceptó la Palabra de Dios en el anuncio del Ángel con su “fiat” incondicional. Su «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un mundo de salvación. Como dice san Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano».

Esta bienaventuranza de la Palabra nos recuerda también aquel otro pasaje evangélico, en el que Jesús llama familiar suyo a todo el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21).

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Breve oración a la Virgen del Pilar (por Juan Pablo II)

Omnipotente y eterno Dios,

que te dignaste disponer que la sacratísima Virgen María, Madre tuya,

entre coros de ángeles sobre esta columna de mármol,

enviada del Cielo, viniera viviendo en carne mortal.

Y que esta iglesia fuese edificada para su honra

por el protomártir de los apóstoles, Santiago, y sus discípulos;

te suplicamos por sus méritos e intercesión,

nos concedas alcancemos fácilmente lo que con toda confianza pedimos.

Tu que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo,

por todos los siglos de los siglos. Amén.

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