* Primera lectura: Fariseo
de tendencia liberal, Gamaliel fue el profesor de Pablo de Tarso. Cuando fueron
detenidos los apóstoles, sugirió al tribunal que dejara que las cosas siguieran
su curso. Según él, si el movimiento cristiano venía de Dios, los hombres no
podrían nada contra él; si, por el contrario, venía de los hombres,
desaparecería por sí mismo.
En el fondo, el eminente doctor no había
sospechado el carácter explosivo de la predicación de los apóstoles, la cual no
tenía ningún fin político ni invitaba a retirarse a la austeridad del desierto,
sino que se dirigía al corazón del hombre y pretendía dar respuesta a las preguntas
que éste se plantea. Estaba animada por el Espíritu, y veía en la
cruz de Cristo todo el amor con que el corazón de Dios se desborda por el
hombre. Se iba a comprobar que, verdaderamente, un poco de
levadura es suficiente para que la masa crezca.
El sentido de la alegría de los
Apóstoles por padecer por Cristo nos lo da Juan Pablo II:
«La alegría cristiana es una realidad
que no se puede describir fácilmente, porque es espiritual y también forma
parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo Encarnado,
el Redentor del hombre, no puede menos de experimentar en lo íntimo un sentido
de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo... ¡No
apaguéis esa alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado!
¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaros a gozar de esta alegría!» (Alocución de 24-III-1979)
* Salmo 26: El
cristiano es hombre que vive su presente proyectado hacia el futuro; salvación
consumada que es vida eterna. Gozo de esperar la patria celeste. Espera
vivida con la ayuda del Señor. Así lo proclamamos con el Salmo 26: «El Señor es
mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del
Señor contemplando su Templo. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de
la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».
* Evangelio: Jesús repartió los panes; todo lo que quisieron.
La multiplicación de los panes y de los peces renueva el prodigio del maná en
el desierto; Jesús se muestra en el presente caso como un nuevo Moisés, a quien
aventaja en todo. Pero el milagro conecta también con la Última Cena y con las
comidas con el Resucitado. La consignación de este episodio por seis veces en
los cuatro Evangelios, evidencia el entusiasmo que debió despertar en la
catequesis primitiva, sin duda por el valor simbólico que esta multiplicación
tuvo desde muy pronto. Comenta San Agustín: «Ciertamente es mayor
milagro el gobierno de todo el mundo que la alimentación de cinco mil hombres
con cinco panes. Y con todo de aquello nadie se admira. De esto nos admiramos,
no porque sea mayor, sino porque es rara. Y a la verdad, ¿quién ahora
alimenta a todo el mundo sino Aquél que con pocos granos produce los alimentos?
Jesucristo obró, pues, como Dios. Con el mismo poder con que
multiplica pocos granos produciendo las mieses, hizo que en sus manos se
multiplicasen los cinco panes. El poder estaba en las manos de
Cristo. Aquellos cinco panes eran como semillas, no puestas en la tierra, sino
multiplicadas por Aquél que hizo la tierra. Presentó, pues, este milagro a
nuestros sentidos para ejercitar nuestra mente. Quiso que admirásemos al
Dios invisible a través de sus obras visibles, a fin de que, robustecidos en la
fe y purificados por ella, deseáramos ver a aquel Dios cuya invisible realidad
nos manifiestan las cosas visibles... Preguntemos a los mismos milagros qué nos
predican de Cristo, pues también ellos tienen un lenguaje para quien sabe
comprenderlos. En efecto, siendo Cristo el Verbo de Dios, todo lo que hace el
Verbo es también una Palabra para nosotros» (Tratado 24 sobre el Evangelio
de San Juan).
Oración final
Dios todopoderoso, confírmanos en la fe
de los misterios que celebramos, y, pues confesamos a tu Hijo Jesucristo,
nacido de la Virgen, Dios y hombre verdadero, te rogamos que por la fuerza
salvadora de su resurrección merezcamos llegar a las alegrías eternas. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.