Hoy vuelve a ser Domingo de
Resurrección. Hoy es Domingo de Resurrección. Hoy Cristo ha resucitado. ¿Se
aparecerá ante nosotros? Para eso estamos aquí, comenzando este rato de
oración. No somos nosotros los que permitimos que Él se nos aparezca en este
momento de oración. A pesar de que hayamos buscado el hueco, de nuestros
esfuerzos por quedarnos en silencio y a solas… Lo ha hecho Él. Sin Él, sin su
acción, sin su Resurrección, ni se nos habría pasado por la cabeza hacer
ninguna de esas cosas. Así pues, el Señor viene ahora a nosotros a proclamar su
Resurrección.
Esta es la primera alegría de la Pascua.
La de las mujeres a las que se les aparece Jesús. El Derrotado es el
Victorioso. El que parece que no hace nada, lo ha hecho todo. Estamos en sus
manos. Nos ha sorprendido. ¡Hoy es un día para sorprenderse! ¡Estos son los
días de la sorpresa de Dios! Ayer nos sorprendíamos con las mujeres porque el
que había muerto, estaba vivo. Hoy eso ya ha pasado. Hoy volvemos a nuestra
rutina, a nuestros problemas, a la situación que nos asola… ¡Pero no! La
Resurrección del Señor vuelve hoy de nuevo. Hoy también hemos de sorprendernos.
Si la muerte no ha podido con el Señor,
tampoco podrá la rutina. La prueba es este rato en que te has acercado a Él. En
que Él ha hecho que te acerques a Él. Ni siquiera esta rutina más mortecina en
la que no podemos salir de casa, y quizá marcada por el sufrimiento, enfermedad
o pérdida de un ser querido… Él vuelve, no se cansa de volver. Nunca se ha ido.
Vuelve siempre con la gloria de su Resurrección. Dejemos que nos inunde su
Gloria, su alegría, su paz. Dejemos que hoy sea de nuevo, Domingo de
Resurrección.