La palabra de
Dios es la sustancia vital de nuestra alma; la alimenta, la cuida y la gobierna
y no hay otra cosa, a excepción de la palabra de Dios, que pueda hacer vivir el
alma del hombre (San Ambrosio)
El núcleo y la
novedad del cristianismo frente a las religiones de la antigüedad está en la
gratuidad de amor divino: Dios nos ama no porque seamos buenos, sino porque él
es bueno, es más nos quiere sabiendo que no tenemos méritos para ser amados.
Este querer en principio es maravilloso, cuesta muchísimo creerlo: a nosotros y
a cuantos nos han precedido. Parece como si de algún modo quisiéramos tener
justificado el que nos quieran.
Pasa por mi
vida; ¿me doy cuenta? Puesto que Cristo ha resucitado, creemos en la vida,
¡para siempre!
Alabando. La
espiritualidad pascual de muerte y vida, de humillación y de glorificación, de
cruz y de esperanza nos hace realistas y humildes en nuestro servicio, a la vez
que nos hace fuertes, pacientes inconmoviblemente firmes en la esperanza.
Sencillamente
me dejo llevar por la sed de lo auténtico y no darme por vencido ni encerrarme
en la oscuridad de mí mismo o del mundo.
Cantando ‘Gloria,
Aleluya. Este es el día que hizo el Señor sea nuestra alegría y nuestro gozo’.
La cruz representa todo aquello que atraviesa nuestra vida. Todo fracaso
esconde en su interior la posibilidad de la resurrección.
Unidos en estos
momentos de dolor, un resucitado se presenta con las llagas del Crucificado.
Allí en el cenáculo, Jesús muestra a sus discípulos sus heridas
Alégrate, el
Señor ha Resucitado, está a tu lado.
La
misericordia del Señor llena la tierra, nos dice el salmo. ¿Cómo
hemos experimentado la misericordia en Cuaresma y durante este tiempo que
llevamos viviendo el confinamiento?
Como decía un
pensador español: “Hay que quererse mucho y gustarse poco”. Es decir, tenemos
que aceptar quiénes somos y querernos como tales: somos únicos e irrepetibles
en la historia del universo. Pero gustarse poco porque somos limitados, tenemos
que aspirar a crecer tanto moral como intelectualmente, y espiritualmente, a
ser mejores personas cada día sabiendo perdonarnos.
En el
evangelio de hoy la figura de María Magdalena era incapaz de reconocer al Señor
muy cercano de ella; estaba vivo, y era necesario reconocerlo en el jardinero,
en el compañero de trabajo, en el pobre que pasa junto a ti, en el anciano, en
el joven sin empleo… Se presenta inesperadamente, el Resucitado viene a
visitarnos. Dios, en Jesús resucitado, ha salido a nuestro encuentro, está
entre nosotros, y ahora somos nosotros los que hemos de encontrarlo, verlo,
tocarlo, escucharlo.
Hacer una
reflexión al final de la oración. ¿Qué implicaciones tiene para mi vida que
Cristo haya resucitado? ¿Qué temores me disipa el Resucitado? ¿Qué esperanza me
suscita? ¿Qué signos de resurrección veo hoy en nuestro mundo, y más
concretamente en mi ambiente?
Id a decir a
mis hermanos... ¿A quién tenemos que comunicar hoy esta Buena Noticia? ¿De qué manera
puedo hoy anunciar esta Buena noticia?
Pedirle a
María que me de fuerza para verlo y amarlo en medio de esta pandemia.
El mundo será
de quien ame más y lo demuestre mejor.