Un día más, y contemplando el Evangelio, nos
disponemos a realizar nuestra oración personal…
No sé qué tiene el Evangelio, pero cuando lo abrimos
para orar nos conquista el corazón…, y es que la Palabra de Dios es “viva
y eficaz, y más tajante que espada de doble filo…” (Heb. 4,12).
“En verdad, en verdad os digo: quien
guarda mi palabra no vera la muerte para siempre…” Y yo me
pregunto: ¿Crees esto en el momento actual, en que la muerte física nos está
golpeando sin medida...? Sí, Señor mío y Dios mío, lo creo, y porque creo no
temo a la muerte…
No sé si nos damos cuenta del regalo que supone tener
Fe..., vivir la Fe..., y como consecuencia, no temer ni siquiera a la muerte...
Para el no creyente todo termina con la muerte, pero
para el creyente, todo empieza con ella..., y con esto no estamos huyendo de la
realidad, como pueden pensar algunos..., sino que la estamos dando su auténtico
sentido..., significado..., y contenido… La experiencia diaria nos dice que
todo lo material es temporal y transitorio..., mientras que lo espiritual, si
es verdadero, tiene que ser eterno e inmutable… ¡Eterno e inmutable...!, que
dos palabras tan impresionantes..., tan transcendentales..., y tan
determinantes…
Y seguimos escuchando el evangelio de este día: “Abrahán
murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no
gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán,
que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Y Jesucristo responde: “Abrahán, vuestro padre,
saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta
años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: antes
de que Abrahán existiera, yo soy».
Dios creo al ser humano eterno e inmutable..., pero
por el pecado original entro la muerte a la vida...; y la vida, que se nos dio
eterna, se hizo temporal, transitoria y caduca…; pero Dios, que nos ama
tanto..., tanto..., tanto...; tomando naturaleza humana murió por nosotros,
para que nosotros volviéramos de nuevo a tener vida, y esta fuera Eterna…
Saltemos de gozo mis queridos hermanos, aun en medio
del sufrimiento..., del dolor..., y de la muerte...; porque para un cristiano,
la última palabra no la tiene la muerte, sino Jesucristo, y esta Divina
Palabra, es gratuita..., eterna..., e inmutable; porque así nos ama El, con un
amor eterno, gratuito, e inmutable, y esto transciende el tiempo y el espacio y
llega hasta la Eternidad…