El tiempo pascual es un tiempo de
plenitud. Por eso llego a la oración con más deseo de “entrar” en ese corazón
resucitado, vivo. La resurrección de Jesús ha revelado su "ser'
profundo... Su misterio divino. En él soy invitado a entrar.
La fe y el contacto cotidiano con la
palabra de Dios son capaces de transformar a los más humildes en hombres
valientes y seguros de sí mismos. Ahí está Pedro. Ha recibido el Espíritu.
¡pentecostés ha intervenido aquí!
¡Esto es lo que les ha transformado!
Señor, quédate hoy conmigo. Señor, quédate hoy con todos los hombres. ¿Se me
tiene también como alguien que está contigo, Señor? ¿en qué se nota?
No podemos dejar de hablar de lo que
hemos visto y oído.
Se les comprende en parte. ¿cómo guardar
para sí esas cosas? ¿cómo se puede vivir una vida cristiana individualista,
cada uno para sí? ¿cómo se puede ser cristiano, sin ser apóstol?
Te ruego Señor, por todos los que están
«encarcelados» por haber dado testimonio de su fe... Por todos los que tienen
dificultad en ser testigos, porque el ambiente en que viven es opresivo.
Concede, señor, a todos los cristianos,
a todos los bautizados que sepamos dar testimonio en todos los ambientes en los
cuales vivimos. Que vivamos que hoy es el tiempo del espíritu. Es el fruto
de la resurrección.
¡Señor, elévanos! ¡envía tu soplo sobre
nuestras vidas! ¡llénanos de tu Espíritu! Y danos la gracia de serle fieles.
Jesús, el hijo único de Dios se ha
encarnado y ha sido entregado por el Padre al mundo a fin de revelar y
comunicar a los hombres las riquezas misteriosas de la vida divina
Ser bautizado, es renacer. Es una
resurrección. Un nuevo ser. Es llenarse de esa vida divina. Señor, haz que yo
renazca, nuevo cada día. Es una novedad radical... Un "hombre
divinizado", un hombre animado de una vida superior, un hombre
participante actualmente de la vida divina.
La oración, tiempo privilegiado de
llenarse del Espíritu.
Mirando a María, la Madre del
Resucitado, que seamos dóciles a sus inspiraciones.