Nos ponemos en presencia del Señor.
No vengo a pensar en Dios, sino a encontrarme Contigo.
Pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas
mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y
alabanza de su divina majestad.
El lunes pasado, 1 de octubre, celebramos el
aniversario del Padre Morales. Y la fiesta de santa Teresita. El día 3,
recordamos a San Francisco de Borja. En todos ellos resuena el evangelio de
hoy:
–Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las
has revelado a la gente sencilla. Ambos
fueron, al parecer, gente sencilla, pues comprendieron lo esencial. Job
también. Entendieron lo esencial.
¿Y yo? ¿Sigo contentándome porque se me someten
los demonios, porque mi vida es divina de la muerte, mucho mejor que la de mis
amigos/compañeros descreídos? No estéis alegres porque se os someten
los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el
cielo.
Lo superfluo, a menudo, nos eclipsa lo esencial.
El bueno de Job fue acrisolado. Hasta ese momento en el Antiguo Testamento se
creía que Dios practicaba una justicia retributiva: daba el bien a los buenos y
el mal a los malos. Job, al perderlo todo reta a Dios, pues está dispuesto a
jugarse la propia vida si hiciera falta, para demostrar que Dios no es injusto,
sino Amor. Job optó por Yahveh, dejando atrás las bendiciones de Yahveh.
Los dones de Dios, nos puede alejar de Dios. La
sabiduría de los santos consistió en dejar que Dios les arrebatara aquello que
era tan importante para ellos, pero, sin embargo, no era lo esencial. Y a
cambio, recibieron al mismo Señor. Ésta es la esencia del Evangelio: Cristo.
Ojalá nos dejemos purificar, arrebatar lo que nos impida vivir sólo para
Él. Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la
gente sencilla.
Permanezco delante de Ti, Señor, en tu humilde
presencia. Y te pido ser dichoso, sencillo de corazón, como el buen Job, la
buena Teresita, el buen Tomás…
–¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!
Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros y
no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Estar dispuesto a perder lo que fuera necesario
para ser en Cristo tu Hijo… Madre, concédenos esta gracia que tan urgente es
para nosotros…