28 octubre 2018. Domingo XXX del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Puntos de oración


No hay peor ciego que el que no quiere ver. A veces tenemos ojos y no vemos, tenemos oídos y no escuchamos. Esto mismo nos lo recuerda el Señor en el Evangelio. Viene bien poner en duda nuestra dificultad para ver, mirar y escuchar a las personas, que viven a nuestro lado. Pasamos junto a ellas para descubrir que son un reflejo de Dios. Porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. No olvidemos que ante todo, somos criatura y dependemos de Dios Padre creador.
Pero en este rato de oración, con la luz y fuerza del Espíritu Santo, quiero dejarme iluminar con la luz del Señor.
¿Estoy yo también ciego como el de Jericó? Lo que pasa que yo no me lo termino de creer. Este ciego me ayudará a descubrir mi ceguera. Si él era un mendigo, también yo me considero mendigo. Tengo muchas necesidades y algunas ni las descubro.
“Estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna”. Reconoce su pobreza y ceguera, pero tiene el oído muy fino. “Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí”Termina tú de leer este texto evangélicoDa gracias al Señor porque te conserva la vista desde tu nacimiento…y tienes deseos de encontrarte con la mirada de Jesús.
Ya me he metido en la escena, pero tengo que dejarme mirar desde el Corazón de Cristo. Tengo que dejarme mirar. Si le miro desde dentro, aunque estoy bastante ciego me encontraré con Él.
Y me va a preguntar a solas, sin testigos, como al ciego de Jericó: “¿Qué quieres que te haga?” … pues que recobre la vista. Esa vista que descubre la imagen de Dios en cada persona, en las cosas y los diferentes acontecimientos que me suceden cada día.
Dame una mirada que refleje alegría y esperanza. Es el mejor testimonio que entiende el mundo que me ha tocado vivir.
Por el oído me ha llegado la fe y por medio de la vista estoy dispuesto a seguirle, aunque no falten tropiezos, porque qué mayor regado puedo recibir que poder seguir de cerca a Jesús, que se hace visible en los más pequeños y necesitados.
Virgen Inmaculada, ya que me han dado la vista, que sea un medio para mirar con mirada limpia la verdad y la belleza que se encuentra en multitud de personas con las que me encuentro cada día y descubrir de manera especial la presencia del Señor en la Eucaristía.

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