El
Señor nos espera, escondido en el sagrario, esperando que pasemos tiempo con
él, también en nuestra casa, en la calle, en la universidad o en el trabajo.
Hoy el Señor nos está esperando, tiene muchas cosas que decirnos y quiere
seguir transformándonos, transformando nuestra voluntad en la suya.
Justo
eso nos cuenta hoy por medio del evangelio. Feliz aquel que escucha la palabra
de Dios y la cumple. Nos desvela nuestra felicidad, que se encuentra en
enterarnos que nos dice el Señor y pedirle fuerza para que Él lo haga en
nosotros.
¿Qué me
dice el Señor? ¿Cómo es mi respuesta ante la llamada de Dios?
Hoy es
un día precioso para volver a esa llamada de Dios y tratar de vivirla al máximo
en el día de hoy.
El
Señor suena un poco áspero en el Evangelio, la gente quiere agradecer a María
por toda su entrega y parece que Jesús le quita mérito y quiere agradecer a
mucha más gente. Pero lejos de ello, es quizás el piropo más bonito que recibe
María en todo el Evangelio. Jesús transciende de la misión de María y pone la
importancia en que es capaz de escuchar la Palabra de Dios y cumplirla.
A la
vez nos sirve a nosotros para ver que estamos llamados a ser santos que no sólo
es un privilegio de la Virgen por haber recibido una llamada tan especial, sino
que ella es nuestro ejemplo, porque ha escuchado la Palabra de Dios y la ha
cumplido.
María,
dichosa, ayúdanos a escuchar la voz del Señor y encarnarla en nuestra vida.