Nos puede pasar en la oración como a
aquéllos que se acercaron a Jesús en el evangelio de hoy, que vayamos a
contarle noticias como la de aquellos galileos, cuya sangre había mezclado
Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Un problema en el que lo sagrado
se involucraba con lo político, según parece del texto, es decir unos hombres
que pensaban eran más pecadores que el resto y “por eso han padecido todo
esto”. Y luego les habla de otro caso de dieciocho que habían sucumbido bajo la
torre de Siloé y los mató. Y Jesús les pregunta: “¿pensáis que eran más
culpables que los demás?”.
La respuesta de Jesús, no se hace
esperar: “Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis de la misma
manera” y les contó la parábola de la higuera que no daba fruto con el tiempo y
a pesar de ello, el viñador –Jesús- pide al Señor –el Padre- pide otra
oportunidad de dar fruto, de conversión de rectificar, de cambiar de vida.
El Señor siempre, rico en
misericordia, a los que estábamos muertos por el pecado, nos da siempre otra
oportunidad. Siempre nos está dando oportunidades como Abraham, David; recordar
el regateo que mantiene para salvar las ciudades que se habían pervertido,
reduciendo el número de justos que pudiera encontrar en ellas.
Siempre lento a la cólera y rico en
piedad, nos está esperando, nos está dando oportunidades a pesar de que podemos
estar condenando o enjuiciando a los demás, sin tener en cuenta que la
misericordia de Dios se ríe de nuestra justicia pues no podemos imaginar
siquiera hasta dónde -puede llegar.
De esto se dan cuenta bien los que se
convierten de verdad. Ven claro, clarividente, las oportunidades que les hadado
a lo largo de su vida hasta que llega la última que es tumbativa y empiezan una
vida nueva que a los demás nos sorprende, quizá nos vuelve un poco locos al
pensar y decir que están locos por las locuras que hacen por el Señor. Pero no
comprendemos como ellos cómo Dios los ha sostenido y amado.
Quizá en esta oración tenemos que
pedirle al Señor que nos dé otra oportunidad, cada día nos la está
dando por la fe. Qué claro nos lo decía san Pablo estos días en la carta a los
Efesios: Dios rico en Misericordia nos hace revivir en Cristo,
salvados por pura gracia, nos ha resucitado y sentado en el cielo. Por gracia
estoy salvado por la fe y esto es un don de Dios que no viene de nosotros, UN
DON DE DIOS. Somos obra suya.
Por tanto, no nos metamos a criticar
y acusar ante una situación tan confusa como la actual en todos los órdenes.
Volvamos al Evangelio y nos repitamos como lo hace Él: “Os digo que, si no os
convertís, todos pereceréis lo mismo” y lo repite otra vez. Todos sabemos lo
que significa repetir una cosa que es importante cuando hablamos. ¿Por qué lo
repite Jesús dos veces?
No estaría muy lejos del lugar donde
esto ocurría su Madre, que siempre ha conseguido tantas conversiones a los que
a Ella se han acercado.
Acerquémonos a Santa María, hoy
sábado, día especial dedicado a ella y escuchemos de sus labios y corazón
dirigido a cada uno de nosotros: “Si no os convertís, todos pereceréis” y
sentir la ternura de la madre reflejo de la del Padre de los cielos que nos quiere
hijos suyos salvados y resucitados en su reino para siempre.