Para
rezar, hoy domingo, vamos a necesitar todo el día. ¡Es tanta la riqueza de la
Palabra de Dios: “viva y eficaz”! ¡Es tanto lo que tenemos que pedir! Así que
marquemos bien los tiempos.
Lo primero que tenemos que pedir es lo que nos sugiere la
primera lectura: la sabiduría. Sí, para alcanzarla hay una parte de esfuerzo
personal: estudio, reflexión, atención a los sucesos que pasan en nuestra vida,
en los demás y en el mundo entero… Pero hay otra parte, imprescindible,
que es la ayuda del Espíritu Santo. Sólo con su “don” iremos adquiriendo esa
sabiduría que es mejor que cetros, tronos y cualquier riqueza.
“Tiempo para pedir la sabiduría”
Cuando luego en el evangelio se habla de que aquel hombre
rico que no quiso dejar sus riquezas para seguir a Jesús, se podrían incluir
todos esos cetros y tronos que muchas veces nos empeñamos en acumular y que
solo sirven para pesarnos en la espalda y en el espíritu. Y, claro, luego es
imposible decir sí a Jesús, que lo que nos pide es ir ligeros de equipaje.
¡Estaría bien seguir a ese Jesús, que es tan milagrero y que ama a los pobres y
que dice cosas tan bonitas… pero eso de seguirle sin “nada” …!
“Tiempo para pedir el desprendimiento”
Y, nos hemos saltado, el magnífico salmo que nos hace pedir a
Dios: “Sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y
jubilo.” Queremos ser felices, como todos los hombres, pero nosotros
sí sabemos la fórmula. El mundo se equivoca creyendo que son las riquezas las
que le dará la felicidad, nosotros ya sabemos que es precisamente lo contrario
lo que la da, no el tener, sino el dar, el ejercer la misericordia para con los
demás. Si nos sentimos saciados de esa misericordia no tendremos más remedio
que darla también nosotros…, y como consecuencia seremos felices.
“Tiempo para pedir ser saciados de la misericordia de Dios”.