El Evangelio siempre tiene ese poder
impactante que nos interpela y nos cuestiona…; pero el Evangelio de este domingo, si cabe, un poco
más todavía, dado el nivel de infidelidad matrimonial que nos rodea… ¡Las
estadísticas son realmente preocupantes y angustiosas...! ¿Y qué diremos ante
esto..., o que comentario podemos hacer...?
En primer lugar, os remito a dos
números del Catecismo de la Iglesia Católica, que nos pueden dar las bases para la oración de este día:
1644: “El amor de los esposos exige, por su
misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la
comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: “De
manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mt. 19,6; cf. Gn. 2,24). Están
llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad
cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total” (FC
19). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por
la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio. Se
profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.”
1645: “La unidad del matrimonio aparece ampliamente
confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el
varón en el mutuo y pleno amor” (GS 49,2). La poligamia es contraria a
esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.”
Necesitamos sostenernos en la sana
doctrina y en los principios fundamentales de nuestra fe… Esto no es fácil ni es cómodo, pero es necesario y
conveniente para poder salvar así el amor mutuo y el respeto a los hijos… Ellos
estarán eternamente agradecidos, porque sus padres fueron capaces de mantener
incólume el vínculo matrimonial en que nacieron, y del que recibieron vida y en
abundancia…
En una ocasión preguntaron al actor
Paul Newman, quien vivió la fidelidad matrimonial, cómo explicaba su largo
matrimonio, que llevaba en ese entonces 40 años. Respondió el actor de cine: “Al principio nos
mantuvo juntos la atracción de los sentidos. Después el
respeto mutuo. Luego la perseverancia. Muchas veces
fue el perdón lo que salvó nuestro matrimonio. Pero por encima
de todo, se lo debemos al amor, un amor que es más grande hoy
que al principio”.
¡Revisemos el amor..., pidamos perdón
si es necesario..., y perseveremos en el respeto mutuo...! Que así sea.